Teodicea
Este ensayo tiene como propósito hacer una reflexión del mundo contemporáneo en el sentido de que algunos hombres viven en la militancia de un ateísmo practicante muy riguroso y también algunos viven en un relativismo totalizante, el cual es muy sospechoso en su fundamentación, y como base se emplearán algunos argumentos de la filosofía del absoluto para dialogar con estas dos tendencias que predominan en los pseudo-filósofos, pseudo-científicos y algunos hombres literatos e ignorantes.
Aunque sabemos que Dios no necesita defensores de Él mismo, el título de este ensayo suscita a eso, pues sabemos que Leibniz hizo sus ensayos con este título refiriéndose a la defensa de Dios ante los problemas de su tiempo, a saber, el resurgimiento del maniqueísmo; el fin, pues, de este título es la postura como si Dios existiese frente a la postura de los ateos practicantes como si Dios no existiese, es decir, no es un mero conceptualismo, o un juego de palabras, sino una forma de vida en el cual el hombre tiene consciencia de sí y consciencia de que existe un Ser supremo el cual lo ama y le llama a ser partícipe de su vida divina.
Los problemas a plantear en este ensayo es sí es posible conocer al Esse ipsum subsistens, demostrar los errores en los argumentos de aquellos que afirman severamente que «Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado» y afirmar mediante la luz natural de la razón la existencia de un Ser supremo, el cual al tener en sí mismo la subsistencia, mantiene en el ser a todas las cosas existentes en la naturaleza. Otro problema a plantear es el relativismo recalcitrante e intolerante en los contemporáneos, para este problema analizaremos también los argumentos que se utilizan para defender esta postura y para ver cuáles son sus errores veremos desde la perspectiva realista por qué están mal fundamentados sus argumentos desde la demostración del trascendental de la Verdad.
El insipiente
«Dixit insipiens in corde suo: "Non est Deus".» ¿Por qué o cómo es que llega el hombre a negar la existencia del Ser supremo? ¿Por qué adopta esta actitud? ¿Qué es lo que busca en sí el hombre al negar la existencia de Dios? Sabemos que el hombre es un ser compuesto, es synolon, es una materia prima informada por una forma substancial, es decir, que tiene cuerpo y un principio de vida espiritual, pues este ser puede reflexionar sobre sí mismo, es decir, que tiene vida inteligente, que tiene dos facultades, a saber, una inteligencia racional y voluntad. Estas facultades hacen que el hombre se pregunte por su existencia en este mundo contingente, si existe algo que dé unidad a esa contingencia, y si su obrar tiene alguna referencia para saber si es bueno o malo; y así se cuestiona si su existencia también es contingente o puede llegar a trascender, si en algún momento puede llegar a dejar de ser imperfecto y llegar a la plenitud de su ser. Ahora bien, si esto existe cómo es posible llegar a ello, de qué forma podemos llegar. Aquí entra la reflexión que el hombre ha hecho a través de todos los siglos para saber si esto es posible y cómo podemos llegar.
El problema del conocimiento del Otro empieza por una mala adecuación del hombre, que conoce, con la realidad: una concepción meramente materialista, en la cual se empieza a negar la trascendencia de la realidad. Es decir, que el hombre con la luz natural de su razón puede llegar a inteligir algo trascendente en la realidad corpórea, pues así como el mismo hombre es un synolon también toda la realidad es un synolon, pero de una forma diferente de ser. Así dirá san Agustín que en la realidad hay unos vestigii de algo que lo trasciende. Otro problema que existe es una mala adecuación del hombre que conoce consigo mismo, es decir, el hombre que conoce sabe que conoce, pero así como ha negado algo trascendente en la realidad corpórea, niega algo trascendente que existe en sí mismo, pues ha adoptado una concepción mecanicista, que dice: en el hombre no hay algo espiritual, algo que lo hace trascender, sino que el hombre al conocer es una función meramente material que reside en su misma corporeidad. Así este hombre ha reducido toda la realidad (mundo, yo y Dios) de un llamado trascendente a algo meramente contingente, es decir, material.
Ahora bien, el ateísmo ¿es una ideología o qué es exactamente? Me parece que es una actitud intelectual, es decir, «dice en su corazón: no existe Dios»; su voluntad le ofrece un supuesto bien a su inteligencia al decir: afirma la no existencia de Dios. Podemos hacer una comparación con los seres espirituales que negaron hacer la voluntad divina, es decir, los ángeles caídos. ¿Cómo es que estos seres, que son superiores, negaron rotundamente la voluntad divina? ¿Cómo llegaron a ser lo que son ahora? ¿Qué fue lo que hicieron? Dios creó a estos seres espirituales, que también poseen estas facultades intelectuales, en la evieternidad; en este estado evieterno los ángeles no veían cara a cara a Dios -si nosotros viéramos las acciones que hacen los ángeles en la evieternidad nos parecería que pasó muy rápido, pero para ellos fue casi una eternidad- sino que sabían que existe un ser espiritual mayor que ellos que los ha creado; pero algunos de estos ángeles empezaron a dudar de la existencia de Dios, así empezaron, y con su inteligencia siguieron dudando y otros siguieron conociéndolo, unos fueron adquiriendo vicios y otros fueron creciendo en virtudes, los que llegaron a dudar si existía o no, decidieron que no se debían someter a su voluntad, pues parecía que se coartaba su libertad, no querían someterse a su Divina Voluntad, lo que al principio fue un pecado venial, dudar de la existencia de Dios, se convirtió en pecado mortal, no someterse a la Voluntad de Dios.
De modo parecido el hombre al ir conociendo la realidad llega a conocer a un Ser mayor que él y que le ha participado de su Ser de una forma diferente a la suya, pero con su inteligencia empieza a dudar de su existencia y con su voluntad refuerza esta decisión, no someterse a su voluntad, y para hacer esto cree que no existe y suspende el juicio.
Ante esta situación los hermanos monjes de san Anselmo le pidieron que hiciera un argumento lógico, el cual no usara argumentos bíblicos, que demostrara a los incrédulos la existencia de Dios. San Anselmo argumenta que el hombre se da cuenta que vive en la contingencia y que tiene idea de esto, pero hay una idea que es perfecta y si es perfecta escapa de la contingencia, esta idea es Dios, el cual posee todas las perfecciones en sí mismo, y una de esas perfecciones que tiene en sí es la de existir, y si no existe esta perfección, entonces dejaría de ser perfecta y por lo tanto no es válido decir que esta idea es perfecta en sí misma, pues no posee una perfección que es el existir.
A este tipo de demostración de la existencia de Dios se le ha dado el nombre demostración a priori, pues ya existe en nuestra inteligencia desde antes de conocer la realidad. A partir de este tipo de demostración se ha llegado a concluir que Dios mismo no es un ser existente, sino una simple idea, y de esta forma es más fácil llegar a negar su existencia, pues es una idea que el hombre ha creado para buscar un fundamento a la moral, a la vida trascendente, los cuales no existen y es más fácil así negar la Verdad Absoluta, y así se empieza a crear verdades personales.
A este tipo de demostraciones se contrapone la demostración a posteriori, es decir, después de tener experiencia con la realidad que afirma una trascendencia en ella. Esta visión a posteriori tiene una fundamentación en la Metafísica, pues esta disciplina estudia al esse quatenus esse, es decir, el fundamento de toda la realidad: el Ser. ¿Qué es lo que podemos predicar del Ser? Dice santo Tomás de Aquino: «ens per se dicitur dupliciter, uno modo quod dividitur per decem genera, alio modo quod significat propositionum veritatem. Horum autem differentia est quia secundo modo potest dici ens omne illud, de quo affirmativa propositio formari potest, etiam si illud in re nihil ponat.» (de Aquino, Tomás. De ente et essentia. Cap. 1). En efecto, al Ser no lo vemos tal cual es, sino que a partir del ente corpóreo podemos predicar del Ser de una forma analógica, pues el ente es id quod est; el ente que tiene existencia no lo tiene per se, sino que le es participado por alguien que lo posee per se et in se. Este Ser debe tener su esencia identificada con su existencia, es decir, que su existencia se identifique con su esencia. Este Ser se dice que es esse ipsum subsistens, pues subsiste en sí y por sí, el tiene la subsistencia en acto, es el actus essendi, su acto es el de ser: tiene el ser perfectamente. El Ser al poseerse en acto participa su ser de diferente manera a los entes, es decir, existen de diferente forma según el ser del Ser Absoluto: son una forma del Ser.
Así es pues que el hombre al conocer las cosas existentes en el mundo puede llegar a conocer a ese Ser que ha hecho que existan las cosas. Podemos comprender el sentido de los vestigii de san Agustín, pues estos son impresiones que Dios mismo ha hecho en todas las cosas que ha creado para que el hombre al conocerlo se dé cuenta que hay algo que verdaderamente es más grande que él.
Con estos argumentos y otros argumentos puramente racionales a posteriori (Cfr. Las cinco vías de la demostración de Dios) hemos demostrado la existencia de un Ser Absoluto que subsiste por sí mismo, simplemente queda decir que podemos hacer notar algo más que podría quedar en la mera experiencia sensible, cuando observamos un atardecer o un paisaje hermoso nos quedamos en un éxtasis, en una admiración más elevada y más sublime en el cual nuestro mismo ser se estremece y se pregunta si lo que vemos no tiene cierta inteligibilidad el cual sea ordenado por una mente suprema que lo haya predestinado de esta forma.
Si el ateo practicante afirma la creencia de la no existencia de este Ser al cual llamamos Dios y vive como si Dios no existiera nada afectaría su vida si viviera como si Dios existiese, pues es lo más racional que puede hacerse; pues, en definitiva, aunque por la razón el necio diga en su interior que Dios no existe sólo por vivir creyendo esto, no hace que Dios no exista, sino que verdaderamente este Dios vive a pesar de su negación, y así como los ángeles caídos siguieron incrementando sus vicios, el ateo practicante sigue aumentando sus vicios aunque viva una vida moral recta, pues su intelecto no lo ha volcado hacia el Sumo Bien y la Suma Verdad.