miércoles, 15 de agosto de 2012

La bienaventuranza (santo Tomás de Aquino)


Introducción

En este ensayo me propongo analizar 2 puntos importantes, a saber, el hombre y la bienaventuranza. Son temas extensos que Santo Tomás de Aquino desarrolla por lo menos en la mitad de la Summa Theologiae, en especial al hablar de la bienaventuranza Santo Tomás encamina la prima secundae a hablar de la bienaventuranza en el hombre.

De todas las creaturas que Dios ha creado el hombre, ser compuesto de materia y forma, es llamado por su Creador a la bienaventuranza, ¿cómo es posible que Dios, el Creador, quiera que un ser, su creatura, al que le ha participado su ser mismo quiera compartirle de su bienaventuranza? Por la misma razón que Dios mismo ha hecho al hombre a su imagen y semejanza. Ahora bien la cuestión a tratar es cómo el hombre puede llegar a esta bienaventuranza y el fin por el cual el hombre quiere llegar a la bienaventuranza es para dar gloria a Dios.

Es cierto que en la naturaleza primigénea del hombre ya gozaba de cierta bienaventuranza, pero por el influjo del pecado fue corrupta y ya no goza completamente de ésta, es por eso que el hombre, en su caminar aquí en la tierra, aparte de la actualización de sus propias potencias necesita de la ayuda de Dios, pero fue necesaria la oblación de Sí mismo, pues el hombre no podía pagar un precio tan grande, un precio divino, es por eso que Dios Padre envió a su Hijo amado para que rescatara a precio de sangre, a precio de su misma vida, a precio divino, el rescate del hombre para después santificarlo con la gracia de Su mismo Espíritu, por la gracia que recibe del Espíritu Santo, el hombre, va alcanzando la bienaventuranza, pero no la primigénea, sino la Bienaventuranza de Dios mismo, es decir, Dios: “O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!”(Exultet).

El hombre

Después que Santo Tomás analiza y estudia la naturaleza de los ángeles y de la materia creada, sigue el estudio del ser compuesto, es decir, el hombre. En el hombre hay un principio vital, el cual no es material y hace vivir a la materia, un cuerpo, ésta también es principio de la parte intelectiva del hombre. El hombre por su naturaleza, por su inteligencia, puede llegar a conocer la naturaleza de las cosas. En efecto, el hombre por los mismos sentidos no le es posible el conocimiento, sino que éstos son un medio para el conocimiento, para poder llegar al conocimiento de un objeto es necesaria la inteligencia que abstrae de los sentidos el objeto la parte inteligible del objeto a conocer. El alma humana subsiste por sí misma sin necesidad del cuerpo, es subsistente en cuanto que está en acto, pero necesítale para poder operar.

Hasta este punto parece que lo más importante del hombre sólo es el alma, pues ésta es el principio vital, es la que realiza las operaciones del hombre, pero hay que recordar que el hombre es un ser compuesto de materia y forma. Ante este punto de la forma, Santo Tomás dice que es incorruptible, sólo hay dos formas de corrupción, a saber, una de forma substancial y otra de forma accidental. La segunda se da en cuanto se genera o corrompe en otro, pues no subsiste en sí, y el primero se da en sí mismo, pero hemos visto que el alma subsiste por sí misma, por el hecho de que el alma es acto, le corresponde substancialmente el ser  es de aquí de donde se sigue que el alma no es corruptible: El sentido no conoce el ser ni sobre el aquí y el ahora, sino el intelecto aprehende el ser absolutamente, y según todo el tiempo. Donde todo lo que tiene intelecto naturalmente desea siempre ser.

Se plantea una nueva cuestionante, esta es, si es conveniente que el alma intelectiva se una al cuerpo, pues hemos visto que el alma intelectiva es incorruptible y el cuerpo es corruptible y esto es contrario. Santo Tomás responde diciendo que le es necesario un cuerpo al alma, pues su operación no le es connatural, sino que al ir conociendo tiene que ir “desgranando”, es por eso que el alma intelectiva necesita del cuerpo, pues necesita sentir. Es interesante la respuesta que da al 1º argumento, dice que algunos podrían decir que el cuerpo del hombre antes del pecado era incorruptible, pero que esto no se puede sostener, pues era incorruptible no porque fuera de suyo, sino por gracia de Dios, sino no habría perdido tal incorruptibilidad a pesar de haber pecado, pero hay otros que pueden decir que Dios pudo haber provisto al hombre de una materia que no se corrompiera, pero hay que responder a lo que dice San Agustín que “Dios proveyó el remedio contra la muerte concediendo el don de la gracia.”

El acto primero del alma intelectiva es el principio de vida y con ella aporta potencias que permitirán cumplir las operaciones vitales. Éstas son múltiples, lo cual demuestra que son signo de imperfección de aquélla, pero el hombre tiene varias potencias pues él puede alcanzar la perfecta y universal bondad, es decir, la bienaventuranza, pues por su misma naturaleza le corresponde. Existe una jerarquía en estas potencias, pues las intelectuales son más nobles y éstas están por encima de las sensitivas y las vegetativas. Según Santo Tomás hay 5 géneros de las potencias del alma, a saber, vegetativa, sensitiva, apetitiva, locomotriz, e intelectiva; y según la operación hay tres tipos de alma y 4 diversas clases de vida. Diferencia 2 géneros de potencias en cuanto apto para unirse al alma y para estar en ella en semejanza: la sensitiva, que está referida al objeto menos común; y la intelectiva, que está referida al objeto más común, el universal; y hace otra distinción, esta es en cuanto que el alma tiende hacia un objeto exterior: las apetitivas y las locomotrices.

En el hombre al hablar de las potencias, intelectiva y apetitiva, podemos decir que en cuanto a la parte intelectiva el hombre no aprehende las verdades inteligibles como los ángeles, pues ellos lo reciben de una vez, y el hombre lo tiene que hacen a traveś de razonamientos, tiene que discurrir, tiene que pasar de una noción a otra para poder llegar a las verdades inteligibles, y siguiendo a san Agustín tiene operaciones diversas, a saber, la razón superior y la razón inferior, la primera se refiere a cuando “la inteligencia humana se dirige  hacia las verdades eternas para contemplarlas y consultarlas” , y la segunda en cuanto la inteligencia “se aplica a las verdades temporales” , y a la primera se le atribuye la sabiduría y a la segunda la ciencia. En cuanto a la potencia apetitiva del hombre podemos decir que en la naturaleza observamos que toda creatura tiende a algo particular, pues es por su forma natural, en el hombre que está dotado de inteligencia hay un apetito intelectual, pues tiende a poseer la verdad inteligible, a parte del apetito sensible, a éste se le llama voluntad, pues la inteligencia halla su perfección en la posesión de la verdad: “la voluntad aspira al reposo en la plena posesión de la verdad: es lo que se llama bienaventuranza.”, en efecto, la voluntad necesariamente se dirige hacia el fin, que es la felicidad.

Ahora bien, puesto que hemos visto algunas partes del hombre surgen algunas cuestionantes que se deben tratar: ¿cómo surgió o surge el hombre?, pero si el hombre es un ser compuesto, ¿de dónde surge la materia y de dónde surge el espíritu? El espíritu no puede ser producido, ni transmitido por seres finitos, sino tiene que ser creado por un Ser Creador, no se puede considerar como una partícula desprendida de Dios mismo, pues Él es indivisible, es el Unum, otra razón por la cual no se puede considerarel alma como desprendida de Dios es puesto que el alma llega a la ciencia por diversos esfuerzos, por razonamientos, Dios mismo los posee, esto es incompatible, pues la esencia desprendida de Dios no se puede contradecir; podemos decir que también el alma no es algo material, corpóreo, pues el alma subsiste fuera del cuerpo y además no puede proceder de otro espíritu, pues esto supondría cambios. Así es que podemos afirmar que el alma es creada por Dios, pero “creada al mismo tiempo que el cuerpo” , pues encuentra su perfección natural en cuanto que está unida al cuerpo, es por eso que santo Tomás argumenta que el alma la crea Dios en el mismo momento que el cuerpo, que no puede ser congruente que Dios la cree antes de tiempo. Ahora bien para hablar de la creación del cuerpo santo Tomás recurre a la parte del Génesis el cual dice que fue creado a partir del barro, esto lo argumenta para poder decir que Dios al crear el cuerpo lo hace para que el hombre “tuviera algo en común con los seres inferiores” , pues así hay un término medio entre los seres materiales y los espirituales. Después para decir en la creación del cuerpo argumenta que en la creación del cuerpo, sólo fue necesario la creación del primer hombre, para que por generación se pasara la materia. Su función es estar en armonía con el alma, pues le informa, aquél le proporciona a ésta sensaciones e imágenes y ésta saca nociones inteligibles.

En el hombre se encuentra impresa la imagen de Dios, ésta se da a través de una de las potencialidades del hombre: la inteligencia. Hay una razón de imagen: la naturaleza intelectual. Imagen de Dios en el hombre se puede considerar de 3 modos: en cuanto aptitud para conocer y amar a Dios, en cuanto que conoce y ama habitualmente  a Dios, pero de un modo imperfecto, y en cuanto que conoce y ama a Dios de un modo perfecto, la primera se da en todos los hombres, la segunda se da en los justos y la tercera se da en los bienaventurados. Sólo el alma es a la imagen de Dios, pues nos hace recordar a la Santísima Trinidad: “la inteligencia humana emite un verbo interior que se dilata en amor” .

Para santo Tomás el hombre, en su primera condición, no gozaba de la visión beatífica de Dios, a menos que fuera en un “rapto”, pues si verdaderamente el primer hombre hubiera visto a Dios, él no se hubiera desprendido de Dios, sin embargo sabemos que Adán pecó, por lo tanto Adán se apartó de Dios; pero podemos decir que él tenía un conocimiento mucho mayor de Dios que el nosotros tenemos. En la primigenea naturaleza del hombre no existía el mal, no sufría, no había dolor ni temor, sólo estaba el bien, el gozo y el amor, estaba en estado de gracia y éste trae al hombre todas las virtudes, y éstas están ordenadas a la inteligencia que tiende hacia Dios mismo. Entre las virtudes que Adán poseía hay unas que son perfectas, a saber la caridad y la justicia. En este estado el hombre no era inmortal, no gozaba de este estado, pero Dios dotó de un privilegio al alma para poder preservarse de la corrupción mientras se encontraba sometida a Dios.

Hasta este punto hemos analizado la naturaleza del hombre y podemos vislumbrar algunos aspectos y podemos llegar a algunas conclusiones. Podemos decir que el hombre es un ser compuesto de materia y forma, que ésta informa a la materia, también podemos decir que es inmaterial, incorruptible y que en ésta se dan dos potencias, a saber, el entendimiento y la voluntad, la primera a través del raciocinio puede llegar a verdades que no conocía, pero la verdad radica en sí en el juicio; en la potencia de la voluntad radica más lo que nos proponemos a estudiar, la bienaventuranza, pues en ésta busca un fin, a saber, el bien, pero no lo busca sin un guía, esta potencia se basa en el raciocinio, porque puede querer bienes que no le convienen en ese momento o bienes que le perjudican, es en este momento que el entendimiento entra en juego y junto con la voluntad escogen que bien conviene para una perfección en el hombre y esta perfección consiste en la bienaventuranza, pero esta bienaventuranza no radica en la materia, sino que está en un Ser que subsiste por sí mismo y que ha dado, les ha participado el ser y con esto el bien y la verdad a las demás cosas que existen , es por eso que la inteligencia va a buscar junto con la voluntad a ese Ser y es ahí, en y con el Ser donde radica la bienaventuranza plena del hombre, es decir, con Dios.




La bienaventuranza

Hemos visto la parte constitutiva del hombre y como tiene una relación con la bienaventuranza, pero no sólo se queda en la parte de las potencias, sino que el hombre vive en la bienaventuranza en la tierra, pero ¿de qué forma la vive? Para esto hay que poner especial atención a lo que nosotros conocemos como actos humanos, éstos son los que corresponde propiamente al hombre, pues lo hacen dueño de sus propios actos. Éstos son múltiples y no son definitivos, pues si el hombre se mostrara satisfecho ante ellos el hombre ya no emprendería nada, a través de los actos humanos el hombre muestra que tiene sed de una trascendencia y que aspira a una realización completa, a una perfección, pero durante su viaje, sucede que hay veces que se le olvida su fin último, ¿cuál es el fin último del hombre? La perfección es el fin último del hombre, ésta se identifica con la bienaventuranza, pues “de una sola vez llena todas las aspiraciones y descarta todos los temores. Y de la satisfacción consciente de todas las aspiraciones del alma resulta la bienaventuranza.”

Se podría pensar que la bienaventuranza está en las cosas materiales, ya sea en las naturales o artificiales, pero el apetito de la riqueza es insaciable, pues siempre se quiere poseer más y más. También se podría pensar que la bienaventuranza está en la fama, honores o la gloria, sin embargo el hombre mismo se engaña al creerse o al darse esas ilusiones en vez de buscar la verdad en la realidad. Al mismo tiempo en la autoridad y en el ejercicio del poder no se encuentra la bienaventuranza, pues la autoridad y poder  “son un principio de acción, mientras que la dicha supone el coronamiento de toda acción.” , además el poder se puede utilizar para el mal que para el bien, mientras que la bienaventuranza es la posesión misma del bien supremo.

Ante esto santo Tomás expondrá 4 razones para demostrar que la felicidad no se encuentra en los bienes exteriores:

1) La bienaventuranza por ser sumo bien del hombre, no es compatible con algún mal, y todos esos bienes los encontramos tanto en los buenos como en los malos.
2) Lo propio de la bienaventuranza el ser suficiente por sí misma, es de rigor que, una vez alcanzada, no le falta algún hombre ningún bien necesario. Pero después de lograr cada uno de esos bienes, pueden faltarle al hombre otros muchos necesarios, como la sabiduría, la salud del cuerpo.
3) La bienaventuranza no ocasiona a nadie ningún mal, porque es un bien perfecto; pero esto no sucede con los bienes citados, pues a veces los hombres abusan de ellos, y los acumulan para su provecho y vienen a ser para su perjuicio.
4) El hombre se ordena a la bienaventuranza por principios internos, pues se ordena a ella por naturaleza, pero estos proceden por causas externas y, con frecuencia, de la fortuna, y de ahí que se les llame bienes de fortuna.

Es por eso que con estos cuatro argumentos podemos concluir que de los bienes exteriores no puede proceder la bienaventuranza .

Tampoco la bienaventuranza del hombre se encuentra en el cuerpo, pues recordemos que el hombre es un ser compuesto de materia y forma, pero la forma pide la perfección más que la materia, es por eso que la felicidad inherente a su perfección no puede consistir la bienaventuranza en algo correspondiente al cuerpo. Para santo Tomás tampoco la bienaventuranza consistirá en la delectación de algo que corresponda al alma, sino que al hablar del fin último del hombre es necesario remontarnos a la potencia volitiva de él, pues tiende a un bien universal, “toma posesión del objeto de su dicha” , este objeto de su dicha, este bien universal es un bien infinito y este no es otro que Dios mismo.

Es así que la perfección que el hombre busca, el bien mismo, es un bien increado, Dios. El alma puede tener una delectación de ese bien increado, de la bienaventuranza, aquí en la tierra, y esto se da a través de la unión con Dios que tiene el hombre a través de sus potencias  tanto intelectiva como volitiva, la única diferencia es que la bienaventuranza no es tan fugitiva, no se interrumpe, sino que es perpetua, es eterna, es decir, la bienaventuranza consiste en sí en el conocimiento perfecto de la visión de Dios, es por tanto un acto de la inteligencia la posesión de la bienaventuranza, y no primariamente de la voluntad, a ésta le corresponde consecutivamente, le afecta por la toma de posesión del intelecto. En efecto, la voluntad persigue el fin último y pone a trabajar el intelecto para poder conseguirlo y enseguida goza de él.

Para poder conseguir la bienaventuranza santo Tomás ve que son necesarios tres elementos, a saber, la visión, esto es el conocimiento perfecto de la Verdad; la comprensión, que es en sí la posesión efectiva de este fin; y por último la delectación o gozo, que es el reposo del alma en el fin mismo. Para el conocimiento perfecto de la Verdad, Santo Tomás recurre a los trascendentales, los cuales son convertibles, e identifica la Verdad con el Bien, y al conocer lo verdadero tomamos posesión de lo bueno.

Para la posesión de la bienaventuranza es necesaria la participación del cuerpo, pues es indispensable para la operación de la inteligencia en la vida terrena, pero éste deja de ser necesario cuando el alma recibe directamente la verdad inteligible sin las imágenes, en la contemplación directa de la esencia divina, pero la participación del cuerpo es tan esencial en la posesión de la bienaventuranza que le da cierto acabamiento. En efecto, el alma puede llegar a la posesión  de la bienaventuranza sin el cuerpo, pues como los santos ven directamente a Dios y no dependen del cuerpo, pero el alma busca la perfección unida a su cuerpo, y la encuentra de esta forma, pero para poder llegar a la perfección es necesario que el cuerpo también sea perfecto, pues como hemos visto por el pecado el hombre perdió su primera condición en la cual gozaba de cierta perfección, en el cual no sufría de enfermedades, pero ahora las tiene, es por eso que con estas imperfecciones del cuerpo el alma no puede llegar completamente a su fin último, es por eso necesario que el cuerpo sea perfecto, para no obstaculizar la operación del alma .







Conclusión

El hombre es una creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, pues es una creatura dotada de entendimiento y voluntad y en éstas radica su imagen y semejanza con Dios, pues Dios, en su infinito Amor al hombre, ha querido que esta creatura gozara de Él mismo a través de lo que Él le ha dado. Lo dotó de entendimiento para que pudiera llegar al conocimiento pleno de Él mismo, de la Verdad, lo dotó de voluntad para que le apeteciera y quisiera ir a Él a través de su entendimiento, pero no sólo ir a Él, sino poseerlo y quedarse en Él en la eternidad. A pesar que el hombre en su viaje en la tierra lo puede conocer y que en un determinado momento de su vivir se le llegase a olvidar su fin último, aunque a veces crea que su felicidad se encuentre en algún bien de la tierra, en algún bien del cuerpo o del alma, o ya sea teniendo autoridad o algún poder, por su propia naturaleza volvería a tender a Él, pues siempre estaría en búsqueda de esa Verdad, y de esa Suprema felicidad que lo sacie plenamente. La bienaventuranza consiste en esto mismo: Dios mismo se da al hombre para su propia perfección, es decir, para su propia deificación.


















Referencias

Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, B.A.C., Madrid, España, 1988. Iª Pars y Iª II ª
Sineux, R., Compendio de la Suma Teológica, Editorial Tradición, México, D.F., 1976

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