sábado, 16 de febrero de 2013

El último round. Reflexión sobre la dimisión del Santo Padre.


El último round
Reflexión sobre la dimisión del Santo Padre.

Quisiera compartir las reflexiones que han rondado por mi cabeza después del anuncio de Su Santidad Benedicto XVI con motivo de su renuncia a la Sede de Pedro. Me ha conmocionado mucho saberlo, pues es un hombre que implícitamente me ha acompañado en estos 6 años de mi formación al sacerdocio, es una persona que admiro; él me ha introducido y nutrido en el mundo de la filosofía y teología, y no sólo eso me ha enseñado sobre cultura, el arte, la belleza, la justicia, el derecho, metafísica y Dios… Pero no sólo eso, me ha enseñado el camino de la Cruz, un camino por la que muchos no quieren avanzar, caminar, porque piensan que es una piedra de tropiezo y temen caer. Esta es la verdadera esencia del cristianismo: un cristiano no renuncia a su Cruz; el verdadero cristiano toma su Cruz, la abraza, la besa, la acaricia y por último se sube a ella para ser crucificado como su Señor; para dejar, como su Señor, los males que aquejan al mundo, para morir por los suyos, para vencer al maligno.

Una vez platicando con mi asesor de tesis, el Dr. Alexandre S. F. de Pomposo, me decía que cuando él era seminarista, sus compañeros del seminario, su maestro de metafísica –el Sr. Arzobispo Primado de Bélgica André Léonard- y él paseaban por la plaza de San Pedro, y en eso ven a un señor vestido con su sotana y su banda y solideo rojo casi corriendo. Mons. André les dice a sus seminaristas “ahí va el Cardenal Joseph Ratzinger”, y antes de terminar esta frase, los seminaristas ya estaban abordando al Cardenal Ratzinger para saludarlo. Cuando llega Mons. André en donde estaban sus seminaristas con el Card. Ratzinger, Mons. André le pide al cardenal si les puede decir algunas palabras, y él le responde afirmativamente y les dice: “Vean la plaza San Pedro; ¿ustedes saben dónde están?” A lo que los seminaristas perplejos y asombrados por la pregunta, después de unos minutos responden: “claro que sí”. Y el Sr. Cardenal sigue: “bueno, aquí es el Vaticano, pero este es un Ring de Box. Aquí es donde el Diablo y Dios pelean.” Y terminado de decir esto les desea una buena estancia en la Ciudad del Vaticano y se apresura a su lugar de trabajo.

¡Cuántas batallas no se han entablado en el Vaticano entre el Vicario de Cristo y Satanás! San Josemaría Escrivá de Balaguer en su libro Forja dice: 

«Los enemigos de Dios y de su Iglesia, manejados por el odio imperecedero de Satanás, se mueven y se organizan sin tregua.

Con una constancia "ejemplar", preparan sus cuadros, mantienen escuelas, directivos y agitadores y, con una acción disimulada —pero eficaz—, propagan sus ideas, y llevan —a los hogares y a los lugares de trabajo— su semilla destructora de toda ideología religiosa.

¿Qué no habremos de hacer los cristianos por servir al Dios nuestro, siempre con la verdad?»

El Cooperador de la Verdad ha luchado contra el error y el pecado; varias batallas ha entablado contra el relativismo, bastante difundido en la cultura neopagana, contra las ideologías que penetran en el pensamiento cristiano –la primacía del Jesús histórico, la Teología de la Liberación, solo por mencionar algunas–, hemos visto cómo con Justicia y Caridad ha reprendido a los amigos más íntimos de Cristo que le han sido infieles, cómo varios hermanos de Iglesias separadas han regresado a ser un solo rebaño bajo un solo Pastor…

El Salmo 44 aplica muy bien en estos momentos para el Santo Padre Benedicto XVI: 

«Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.»

La última batalla, el último round del Vicario de Cristo contra Satanás será el 28 de febrero, el día que el Santo Padre dejará vacante la Sede de Pedro. El Santo Padre usa la espada de la humildad para darle una estocada de muerte al Diablo, aquel ángel caído que usó de arma contra Dios la soberbia. Esta cabalgata de 85 años por la verdad y la justicia han sido su orgullo, su diestra nos ha enseñado a realizar proezas, las flechas han sido certeras contra el error y el pecado. El Señor, Dios y Rey Verdadero, han hecho que sus enemigos se acobarden y rindan, lo han coronado con la gloria de la humildad, pues él es «un humilde servidor en la viña del Señor.» Así, como hace dos mil años, vuelve a repetir el martirio de san Pedro, vuelve a tomar su Cruz con amor, porque para el mundo de hoy el acto de humildad del Papa es una acto irracional de amor; pero el cristiano sabe que es el acto más racional de amor, un amor tan grande que tiene a la Iglesia de Cristo; S. S. Benedicto XVI vuelve a subir al patíbulo de la Cruz donde se sienta para dar la última cátedra: la humildad. Gracias S. S. Benedicto XVI.

¡Viva el Papa!