martes, 3 de junio de 2014

Trabajo, economía y Bien Común

El mundo de la economía y del mercado tiene un gran compromiso con la humanidad, pues estos son productos de la creatividad del hombre, son una obra buena producida por el hombre; aunque durante algunos siglos se ha querido imponer la ideología de que éstos producen al hombre. Con esta ideología puesta en marcha, hemos entrado en varias crisis económicas, la más reciente en el 2008, esto se debe a muchos factores pero solo referiremos un factor: la globalización.

Platón calificaba a la πολις como un μεγα-ανθρωποσ, para ir dilucidando lo que sucede en una Nación, sus problemas y sus crisis; debemos analizar primero al hombre, así como cuando el hombre se enferma se hacen los diagnósticos médicos para saber qué mal está aquejando al hombre, debemos hacer un diagnóstico de la concepción del hombre y de nación y globalización para entender el mal que aqueja al mundo en estos tiempos de crisis, que no es sólo económica. El hombre, además de su entendimiento, tiene una razón práctica; es importante cada uno de los términos aquí usados: primero, porque el término razón hace referencia a la naturaleza del hombre, ya Aristóteles había definido al hombre como «animal racional», pero nos atendremos a la definición hecha por Boecio para persona «substancia individual de naturaleza racional»; segundo, porque esta parte práctica del hombre refiere a la capacidad del hombre a transformar la realidad que lo rodea así como a sí mismo, pero no es una transformación arbitraria, sino que esta transformación es dirigida por la misma razón, entendida como una de las facultades del hombre para poder acceder a la verdad. Las dos facultades del hombre actúan en armonía y en unidad, aunque a veces cabe el error en alguna de las dos facultades; una busca la verdad y otro el bien (entendido como fin); el fin último subjetivo del hombre es la felicidad, es el bien que persigue aquí en la tierra, y esta felicidad se une con el amor, con un don que le ha sido dado desde el inicio de su existir. Así, el amor entra en el terreno de la vida ética del hombre, y este elemento de la vida ética se debe manifestar en la vida social y política del hombre, es decir, en todo el hombre entendido desde su integridad. Cuando entra el error en alguna de estas dos facultades del hombre, encontramos el mal que le aqueja y como repercusión en la vida íntegra del hombre. El error más común que encontramos en la sociedad contemporánea es la «desviación y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida»1. Además, se han ido tergiversando a lo largo del tiempo los conceptos y la aplicación de la justicia y del Bien Común; aunado al subdesarrollo integral de la persona a través de la pérdida de la interacción de la ética con el intelecto, a la cerrazón de las relaciones entre la familia humana con base en la libertad y la responsabilidad;2 por último y de gran importancia, es la obnubilación de la consciencia con respecto a la ley moral natural.

El hombre contemporáneo ha endurecido su corazón para no abrirse a las relaciones de las personas que son próximas a él, la ética que se vive es una ética relativista, utilitaria e individualista. Estas razones han traído crisis a la humanidad, en específico al mundo económico, laboral, tecnológico y político. El beneficio, que se obtiene del trabajo, cuando se obtiene mal y sin tener al Bien Común como fin último, crea pobreza; así como «los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad financiera mal utilizada y en buena parte especulativa[...] los imponentes flujos migratorios[...], o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra»3. Otro elemento a considerar es el crecimiento de las desigualdades con respecto a la riqueza mundial, un efecto que encontramos en los países ricos es la deshumanización que se da por medio del derroche económico y las miras consumistas que miran a los consumidores mismos y no a las personas que más los necesitan; la sobre explotación de los países ricos respecto a los pobres buscando una producción a bajo coste «para reducir los precios de muchos bienes, aumentar el poder de adquisición y acelerar por tanto el índice de crecimiento, centrado en un mayor consumo en el propio mercado interior»4, así como la protección de los conocimientos con la rigidez de la propiedad intelectual que se realizan en los países “desarrollados”. Estos elementos llevan a «erosionar la cohesión social»5 y se ponen en peligro la democracia y el respeto a las normas, en el plano individual se erosiona la creatividad del hombre siguiendo la reducción de la cultura al ámbito tecnológico además, cuando existen incertidumbres sobre las condiciones de trabajo por la movilidad y la desregularización, empiezan los brotes de inestabilidad psicológica, inestabilidad en los caminos coherentes de la vida, incluido el matrimonio: «el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual»6. Estos síntomas de enfermedad en la ciencia económica se deben a los alcances de corto o breve plazo.

Desde hace algunos siglos, el hombre se ha creado un nuevo Dios, un Espíritu Absoluto que tiene por “manos invisibles” a la economía y al estado; así el hombre relega la búsqueda interior de la ley moral natural inscrita en su corazón para que el Estado le diga cómo debe actuar en sociedad; el hombre se ha hecho esclavo de un sistema cerrado a la trascendencia limitándolo al yugo de un sistema económico que lo explota y lo usa como medio para obtener un fin útil, temporal, material, sometido a la corrupción. Esto se debe a la naturaleza caída y corrupta del hombre por la desobediencia y la autosuficiencia del hombre, por esta razón «la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado.»7; además los países desarrollados han tenido una victoria contundente contra los países en vías de desarrollo, por el hecho de quedarse encerrados en sí mismos sin abrirse al «contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión»8. En la otra mano del Espíritu Absoluto también encontramos errores y disfunciones; la economía ha dictado cuáles deben ser las leyes prioritarias para el incremento económico de una Nación incentivando la manutención de los monopolios «de sus respectivos ámbitos de competencia»9; así vemos cómo «el mercado ha estimulado nuevas formas de competencia entre los estados con el fin de atraer centros productivos de empresas extranjeras, adoptando diversas medidas, como una fiscalidad favorable y la falta de reglamentación del mundo del trabajo.»10; además existe una falta de justicia en el Estado al implementar leyes que atentan contra el hombre, falta una justa regla para el intercambio de valores equivalentes. Los resultados de estas implementaciones son la pérdida de los sistemas de seguridad social, recortes al gasto social, protección a los trabajadores, y el desempleo. Podemos observar que en el ámbito político existen varias formas de gobierno, existe un significado polivalente, pero «el mercado único de nuestros días no elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha»11; el Estado debe consolidar sus sistemas constitucionales, administrativos, jurídicos, sus sistemas de orden público y sus instituciones democráticas. «Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres. La falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local.»12. Así corrupto el sistema binómico económico-político corroe la sociabilidad.13

Por último, se añade un factor que empieza a marcar el cambio de época, esto es la globalización. Así como la economía y la política, la globalización no es buena ni mala, sino que al ser una invención del hombre, un producto cultural, el uso que le dé el hombre será buena o mala según las intenciones o los fines que él persiga. Este nuevo hecho ha mostrado una nueva experiencia en las formas de producción innovando decisiones estratégicas para la toma de decisión de forma lejana. Lo que ha permitido la globalización es «la extraordinaria velocidad de comunicación sin límites de espacio y tiempo, y la relativa facilidad para transportar mercancías y personas de una parte a otra del planeta.»14. La globalización, entonces, debe considerar también los aspectos éticos, culturales, estratégicos y tecnológicos para no eliminar al hombre y su trabajo, así como su vida social y política; tampoco puede ser indiferente «de los efectos sociales de las opciones que realiza.»15. Algunos efectos de la globalización son que el mundo laboral se enriquece con nuevas profesiones y por esta situación otras desaparecen, pues el trabajo empieza a sufrir también transformaciones como el «paso de un trabajo dependiente a tiempo indeterminado, entendido como puesto dijo, a un trabajo caracterizado por una pluralidad de actividades laborales; de un mundo laboral compacto, definido y reconocido, a un universo de trabajos, variado, fluido, rico de promesas»16, como son los casos del trabajo de tiempo parcial, interinas o una forma diferente que no es ni dependiente ni autónomo; también la precariedad, la desocupación estructural, la inseguridad, la falta de una buen sistema de seguridad social. En el caso de los trabajos artesanales e independientes existe un «trato injusto, de trabajo mal pagado y sobre todo inseguro.»17 Así como los ámbitos económicos y políticos o del Estado son polivalentes, también debemos decir lo mismo de la globalización; para poder superar todos los problemas descritos se debe ahora proponer la solución y tendrán que intervenir otras ciencias para dirigir y guiar los problemas hacia la solución.18

Para una correcta interpretación de los problemas y su solución debemos hablar sobre la concepción antropológica, en un punto muy específico: la ley moral natural. A partir del conocimiento de esta ley podremos ir solucionando los problemas que se han presentado desde el ámbito económico, político y de la globalización. Santo Tomás de Aquino dice que la ley moral natural es conocida por el hombre, así como aprehende el ente (aquello que es o que tiene existencia); es conocida justamente porque el hombre goza de la razón práctica, conoce la ley moral natural porque la razón práctica aprehende el bien, entendida como noción absolutamente primera de esta razón; pero no se queda en la aprehensión, sino que el conocimiento del bien lleva al hombre a practicarla, es decir, a ordenarla a la operación. El bien al ser el primer principio de la razón práctica tiene su formulación en la ley como «el bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse»19; en efecto, todos los hombres obran por un fin, y el fin tiene razón de bien; es por eso que el bien es buscado por el hombre, porque lo perfecciona y, porque lo perfecciona, lo apetece. Bajo el primer principio de la razón práctica se fundan los demás preceptos de la ley natural, el hombre realizará o evitará éstos «en la medidas que la razón práctica lo capte naturalmente como bien humano.»20. Como el bien tiene razón de fin, la razón capta como bueno la natural inclinación y por esta razón debe ser procurado; por esta razón los preceptos de la ley natural son correlativos a las inclinaciones naturales. Un primer precepto de la ley natural está relacionada con la inclinación natural que tiene el hombre le es común a todas las substancias, el cual es la conservación de su propio ser, por eso pertenece a la ley natural «todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción.»21. Otra inclinación natural se enfoca a bienes más determinados que también le es común con los animales, según esta inclinación la ley natural considera lo que la naturaleza ha enseñado a los animales: la unión de los sexos, la educación de la prole. Por último, existe la relación de los preceptos de la ley natural correlacionados con la naturaleza humana: «la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto.»22

Es de capital importancia mencionar que la ley va intrínsecamente unida a la justicia «ubi societas, ibi ius»; este adagio latino hace referencia a la ley (ius) positiva, aquella que es dictada por los gobernadores para guiar a la sociedad (societas) a un fin en común. Nos detendremos a observar la justicia en el tercer precepto de la ley moral natural, pues también existe justicia en los otros dos preceptos. La justicia se define como «dar a cada uno lo que le corresponde», ¿quiénes son los “cada uno”? En el tercer precepto corresponde a Dios y a la sociedad. Cuando la justicia va hacia Dios, ésta es acompañada por la caridad: la justicia es inseparable de la caridad, «es la primera vía de la caridad»23, «la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la “ciudad del hombre” según el derecho y la justicia.»24 Partiendo de este principio antropológico- teleológico podemos ir considerando lo que dice la Doctrina Social de la Iglesia cuando habla de la res novæ; si ponemos en el centro de toda ley al hombre, en vez de las interpretaciones mecanicistas y economicistas, éste será capaz de ir innovando, creando, desarrollando todos los factores de su trabajo a favor de sí mismo, de su familia, de su sociedad y de toda la familia humana. En efecto, lo que nunca cambia son los derechos de todos los hombres cuando trabajan, lo que sí cambia son las formas históricas en las que se desarrolla el trabajo: «Ante el riesgo de ver negados estos derechos, se deben proyectar y construir nuevas formas de solidaridad, teniendo en cuenta la interdependencia que une entre sí a los hombres del trabajo.»25 ¿De qué forma se darán las innovaciones y las transformaciones de las cosas nuevas? A través de un esfuerzo de la inteligencia y de la voluntad, y se les exige un esfuerzo mayor para seguir tutelando la dignidad del trabajo; es urgente la contribución de los hombres de ciencia y de cultura para dar solución a las vastas y complejas problemáticas del trabajo, pues «a ellos corresponde la delicada tarea de leer e interpretar los fenómenos sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin preocupaciones dictadas por intereses de grupo o personales.»26; deben ayudar a sugerir líneas de acción para que se produzca el cambio necesario hacia el perfeccionamiento del hombre y para una adecuada actuación en las políticas económicas; en efecto, «Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista»27.

Una de las formas para poder ir haciendo este cambio en las políticas económicas y en las laborales es el restablecimiento de una justa jerarquía de valores, teniendo en cuenta la solidaridad, pues «la globalización de la economía, con la liberación de los mercados»28 tienen una competencia encarnizada contra otras empresas y esto los lleva a la quiebra sin pensar en el desempleo de todos los trabajadores; es por eso que el primer valor que debe estar por encima de todos los demás valores es el de la dignidad de la persona humana; en efecto, se debe recordar «que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad»29, además «La solidaridad, la participación y la posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la solución, ciertamente la necesaria garantía ética para que las personas y los pueblos no se conviertan en instrumentos, sino en protagonistas de su futuro»30. Así observamos que la economía no es éticamente neutra ni inhumana o que sea antisocial por naturaleza; esto es, la economía para que pueda resolver las crisis que actualmente estamos viviendo debe sostener las «relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o “después” de ella»31. Por ser una actividad del hombre se debe articular a las exigencias de la ética, pues todas las fases de la actividad económica son realizadas por el hombre: «La obtención de recursos, la financiación, la producción, el consumo y todas las fases del proceso económico tienen ineludiblemente implicaciones morales»32. Siguiendo la recomendación de Platón de ver a la sociedad como un μεγα ανθρωπος, debemos extender la “ética personalista” a la “ética social”, pues la sociedad no debe olvidar vivir en transparencia, honestidad, responsabilidad, en la lógica de gratuidad, de don; cuando la sociedad empiece a vivir en una ética humanista se desaparecerá la visión de la existencia como productividad y utilidad, pues «el ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente.»33

Al abordar el tema de la globalización debemos poner atención y subrayar que es necesario considerar de nuevo la parte moral, cultural y estratégica «para orientar la acción social y política en la temática vinculada a la identidad y los contenidos del nuevo trabajo, en un mercado y una economía a su vez nuevos.»34 En efecto, el hombre al estar abierto a la trascendencia se comunica con sus iguales y así se abre a la universalidad, esto pone de relieve que la universalidad no es un instrumento de la globalización, sino su fin, en cambio, la técnica es la causa instrumental de ésta. Teniendo en cuenta y defendiendo la dignidad de la persona humana, elemento subjetivo del trabajo, elevan las posibilidades de expresar un «humanismo del trabajo a nivel planetario»35, el hombre sabe que se puede abrir a su prójimo a través de la virtud de la solidaridad. Un ejemplo de solidaridad con los que menos tienen es la «descentralización productiva»36, incluyen a las micro, pequeñas y medianas empresas a participar en el desarrollo económico de su país a través del trabajo que ellos saben realizar. El hombre al estar reunido en muchedumbre, este hombre grande, tiene naturalmente una tendencia hacia un fin, a esto se le conoce como Bien Común. «Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él.»37. Así se hace patente la necesidad de formar a las personas humanas en la virtud de la solidaridad, porque es un amor desinteresado al otro que está cerca de mi, y este bien que busco para el otro es el bien de todos nosotros «formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social.»38 Mientras el hombre sea capaz de seguir desarrollando la virtud de la solidaridad, amando a su prójimo más trabajará por conseguir el Bien Común, además que es «una exigencia de justicia y caridad»39. El Bien Común es la institucionalización política de la caridad, porque se cuida y se utiliza el «conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad»40. De esta forma podemos empezar a vislumbrar el desarrollo integral de la persona humana, apelando al tercer aspecto de la ley moral natural, pues cuando existe el compromiso de buscar y conseguir el Bien Común, compromiso por la justicia, inspirado por la caridad es un testimonio de una virtud divina, que actúa en el tiempo para preparar al hombre y a la sociedad a lo eterno: «En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones[5], dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.»41

Si la familia humana empieza a buscar desinteresadamente el Bien Común, la sociedad empezara a tener un desarrollo y no seguirá en vías de desarrollo o de progreso; pues se eliminaría el hambre, la miseria, el analfabetismo y las enfermedades endémicas; por la parte económica podemos ver el desarrollo de una participación activa y condiciones de igualdad en la economía internacional; en la vida social tendríamos sociedades solidarias y con un nivel de formación adecuado, y por la parte política se consolidarían regímenes democráticos que aseguren la libertad y la paz. el cual tiene tres aspectos económico, social y político. Además cada Estado debe velar y consecuentemente afrontar las limitaciones que tiene en un contexto internacional, su soberanía ahora se encuentra limitada por el contexto económico-comercial y financiero internacional. Debe aprender las lecciones de los errores que se han cometido para una nueva valoración del papel del Estado y su poder para «que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual»42. ¿Qué cosas debe implementar el Estado en estos momentos de crisis económica y política? Debe mejorar sus políticas, sus leyes positivas, hacia el Bien Común, debe desarrollar una reforma agrícola para resolver la inseguridad alimentaria, eliminando las estructuras que minan la creatividad de los campesinos, se deben dar inversiones « en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socio-económicos, que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar, para asegurar así también su sostenibilidad a largo plazo»43. La comunidad internacional, en específico los países ricos, deben tener una amistad internacional y buscar desinteresadamente el bien del prójimo, el bien del país que no tiene los recursos, apoyándolo con planes de financiamiento; esta implementación de esta política internacional ayudará a erradicar la pobreza, pero además a eliminar las crisis económicas. Asimismo, el Estado debe garantizar leyes más justas en el campo económico, pues la economía cree tener la mayoría de edad y sólo se basa en contratos para regular las relaciones de intercambio, pero necesita de las leyes justas del Estado como una lógica de la política y debe estar inspirada por el espíritu del don.
El mercado también está sujeto al ámbito ético, se debe buscar y promover los principios de la justicia conmutativa y la justicia distributiva, pues debe existir la confianza recíproca en la relación de dar y recibir entre iguales: «Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica.»44 Para que pueda existir la aplicación de la justicia conmutativa y distributiva en la actividad económica, ésta se debe ordenar a la consecución del Bien Común, puesto que cuando la economía escinde de la accionó política causa grandes desequilibrios; para que la economía pueda buscar el Bien Común relacionada con la acción política, se debe recordar que es polivalente, es decir, que la economía se «adapta a las configuraciones culturales que lo concretan y condicionan.»45 La mano invisible de la economía se hace visible a través de los empresarios; es por eso un carácter ineludible entender los cambios que tiene la empresa, pues «las actuales dinámicas económicas internacionales» están caracterizadas por graves disfunciones. La crisis en la empresa se da también por la pérdida del sentido ético, pues basan todas sus energías en responder a las expectativas de los inversores, sin importarles su dimensión social; aunque en estos tiempos muy pocas empresas se dan cuenta que deben tener una responsabilidad social. Por último, la forma de derribar la ideología del Espíritu absoluto con sus dos manos invisibles, se dará con un sistema basado en tres instancias; a saber, el mercado, el Estado y la sociedad civi, donde «la sociedad civil era el ámbito más apropiado para una economía de la gratuidad y de la fraternidad, sin negarla en los otros dos ámbitos»46.
Por último, para dar una respuesta adecuada a nuestros tiempos sobre la globalización es necesario recordar que «la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado.»47

Benedicto XVI. Caritas in veritate. 2 
Cfr. Ibid. 9Ibid. 21
Ibid. 25 
Ibid. 32 
Ibid 25Ibid. 34 
Ibid. 39 
Ibid. 39 
10 Ibid. 25
11 Ibid. 4112 Ibid 2213 Ibid 3914 D.S.I. 310 
15 Ibid. 311 
16 Ibid. 314 
17 Ibid. 315
18 Cfr. Caritas in veritate 
19 S.Th.I-IIq.94,a.2,co 
20 Ibid21 Ibid.22 Ibid.
23 Caritas in veritate 
24 Ibid25 D.S.I. n. 31926 Ibid 320

27 Caritas in veritate 21 
28 D.S.I. 31229 Caritas in veritate 25 
30 D.S.I. 321
31 Caritas in veritate 36 
32 Ibid 3733 Ibid. 3434 D.S.I. 312
35 Ibid 32236 Ibid 31537 Caritas in veritate 
38 Ibid39 Ibid
40 Ibid41 Ibid42 Ibid 24 
43 Ibid 27
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44 Ibid 35 
45 Ibid 36 
46 Ibid 38 
47 Ibid