El mundo de la economía y del mercado tiene un gran compromiso con la humanidad,
pues estos son productos de la creatividad del hombre, son una obra buena producida por
el hombre; aunque durante algunos siglos se ha querido imponer la ideología de que
éstos producen al hombre. Con esta ideología puesta en marcha, hemos entrado en
varias crisis económicas, la más reciente en el 2008, esto se debe a muchos factores pero
solo referiremos un factor: la globalización.
Platón calificaba a la πολις como un μεγα-ανθρωποσ, para ir dilucidando lo que sucede en una Nación, sus problemas y sus crisis; debemos analizar primero al hombre, así como cuando el hombre se enferma se hacen los diagnósticos médicos para saber qué mal está aquejando al hombre, debemos hacer un diagnóstico de la concepción del hombre y de nación y globalización para entender el mal que aqueja al mundo en estos tiempos de crisis, que no es sólo económica. El hombre, además de su entendimiento, tiene una razón práctica; es importante cada uno de los términos aquí usados: primero, porque el término razón hace referencia a la naturaleza del hombre, ya Aristóteles había definido al hombre como «animal racional», pero nos atendremos a la definición hecha por Boecio para persona «substancia individual de naturaleza racional»; segundo, porque esta parte práctica del hombre refiere a la capacidad del hombre a transformar la realidad que lo rodea así como a sí mismo, pero no es una transformación arbitraria, sino que esta transformación es dirigida por la misma razón, entendida como una de las facultades del hombre para poder acceder a la verdad. Las dos facultades del hombre actúan en armonía y en unidad, aunque a veces cabe el error en alguna de las dos facultades; una busca la verdad y otro el bien (entendido como fin); el fin último subjetivo del hombre es la felicidad, es el bien que persigue aquí en la tierra, y esta felicidad se une con el amor, con un don que le ha sido dado desde el inicio de su existir. Así, el amor entra en el terreno de la vida ética del hombre, y este elemento de la vida ética se debe manifestar en la vida social y política del hombre, es decir, en todo el hombre entendido desde su integridad. Cuando entra el error en alguna de estas dos facultades del hombre, encontramos el mal que le aqueja y como repercusión en la vida íntegra del hombre. El error más común que encontramos en la sociedad contemporánea es la «desviación y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida»1. Además, se han ido tergiversando a lo largo del tiempo los conceptos y la aplicación de la justicia y del Bien Común; aunado al subdesarrollo integral de la persona a través de la pérdida de la interacción de la ética con el intelecto, a la cerrazón de las relaciones entre la familia humana con base en la libertad y la responsabilidad;2 por último y de gran importancia, es la obnubilación de la consciencia con respecto a la ley moral natural.
El hombre contemporáneo ha endurecido su corazón para no abrirse a las relaciones de las personas que son próximas a él, la ética que se vive es una ética relativista, utilitaria e individualista. Estas razones han traído crisis a la humanidad, en específico al mundo económico, laboral, tecnológico y político. El beneficio, que se obtiene del trabajo, cuando se obtiene mal y sin tener al Bien Común como fin último, crea pobreza; así como «los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad financiera mal utilizada y en buena parte especulativa[...] los imponentes flujos migratorios[...], o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra»3. Otro elemento a considerar es el crecimiento de las desigualdades con respecto a la riqueza mundial, un efecto que encontramos en los países ricos es la deshumanización que se da por medio del derroche económico y las miras consumistas que miran a los consumidores mismos y no a las personas que más los necesitan; la sobre explotación de los países ricos respecto a los pobres buscando una producción a bajo coste «para reducir los precios de muchos bienes, aumentar el poder de adquisición y acelerar por tanto el índice de crecimiento, centrado en un mayor consumo en el propio mercado interior»4, así como la protección de los conocimientos con la rigidez de la propiedad intelectual que se realizan en los países “desarrollados”. Estos elementos llevan a «erosionar la cohesión social»5 y se ponen en peligro la democracia y el respeto a las normas, en el plano individual se erosiona la creatividad del hombre siguiendo la reducción de la cultura al ámbito tecnológico además, cuando existen incertidumbres sobre las condiciones de trabajo por la movilidad y la desregularización, empiezan los brotes de inestabilidad psicológica, inestabilidad en los caminos coherentes de la vida, incluido el matrimonio: «el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual»6. Estos síntomas de enfermedad en la ciencia económica se deben a los alcances de corto o breve plazo.
Platón calificaba a la πολις como un μεγα-ανθρωποσ, para ir dilucidando lo que sucede en una Nación, sus problemas y sus crisis; debemos analizar primero al hombre, así como cuando el hombre se enferma se hacen los diagnósticos médicos para saber qué mal está aquejando al hombre, debemos hacer un diagnóstico de la concepción del hombre y de nación y globalización para entender el mal que aqueja al mundo en estos tiempos de crisis, que no es sólo económica. El hombre, además de su entendimiento, tiene una razón práctica; es importante cada uno de los términos aquí usados: primero, porque el término razón hace referencia a la naturaleza del hombre, ya Aristóteles había definido al hombre como «animal racional», pero nos atendremos a la definición hecha por Boecio para persona «substancia individual de naturaleza racional»; segundo, porque esta parte práctica del hombre refiere a la capacidad del hombre a transformar la realidad que lo rodea así como a sí mismo, pero no es una transformación arbitraria, sino que esta transformación es dirigida por la misma razón, entendida como una de las facultades del hombre para poder acceder a la verdad. Las dos facultades del hombre actúan en armonía y en unidad, aunque a veces cabe el error en alguna de las dos facultades; una busca la verdad y otro el bien (entendido como fin); el fin último subjetivo del hombre es la felicidad, es el bien que persigue aquí en la tierra, y esta felicidad se une con el amor, con un don que le ha sido dado desde el inicio de su existir. Así, el amor entra en el terreno de la vida ética del hombre, y este elemento de la vida ética se debe manifestar en la vida social y política del hombre, es decir, en todo el hombre entendido desde su integridad. Cuando entra el error en alguna de estas dos facultades del hombre, encontramos el mal que le aqueja y como repercusión en la vida íntegra del hombre. El error más común que encontramos en la sociedad contemporánea es la «desviación y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida»1. Además, se han ido tergiversando a lo largo del tiempo los conceptos y la aplicación de la justicia y del Bien Común; aunado al subdesarrollo integral de la persona a través de la pérdida de la interacción de la ética con el intelecto, a la cerrazón de las relaciones entre la familia humana con base en la libertad y la responsabilidad;2 por último y de gran importancia, es la obnubilación de la consciencia con respecto a la ley moral natural.
El hombre contemporáneo ha endurecido su corazón para no abrirse a las relaciones de las personas que son próximas a él, la ética que se vive es una ética relativista, utilitaria e individualista. Estas razones han traído crisis a la humanidad, en específico al mundo económico, laboral, tecnológico y político. El beneficio, que se obtiene del trabajo, cuando se obtiene mal y sin tener al Bien Común como fin último, crea pobreza; así como «los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad financiera mal utilizada y en buena parte especulativa[...] los imponentes flujos migratorios[...], o la explotación sin reglas de los recursos de la tierra»3. Otro elemento a considerar es el crecimiento de las desigualdades con respecto a la riqueza mundial, un efecto que encontramos en los países ricos es la deshumanización que se da por medio del derroche económico y las miras consumistas que miran a los consumidores mismos y no a las personas que más los necesitan; la sobre explotación de los países ricos respecto a los pobres buscando una producción a bajo coste «para reducir los precios de muchos bienes, aumentar el poder de adquisición y acelerar por tanto el índice de crecimiento, centrado en un mayor consumo en el propio mercado interior»4, así como la protección de los conocimientos con la rigidez de la propiedad intelectual que se realizan en los países “desarrollados”. Estos elementos llevan a «erosionar la cohesión social»5 y se ponen en peligro la democracia y el respeto a las normas, en el plano individual se erosiona la creatividad del hombre siguiendo la reducción de la cultura al ámbito tecnológico además, cuando existen incertidumbres sobre las condiciones de trabajo por la movilidad y la desregularización, empiezan los brotes de inestabilidad psicológica, inestabilidad en los caminos coherentes de la vida, incluido el matrimonio: «el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual»6. Estos síntomas de enfermedad en la ciencia económica se deben a los alcances de corto o breve plazo.
Desde hace algunos siglos, el hombre se ha creado un nuevo Dios, un Espíritu Absoluto
que tiene por “manos invisibles” a la economía y al estado; así el hombre relega la
búsqueda interior de la ley moral natural inscrita en su corazón para que el Estado le diga
cómo debe actuar en sociedad; el hombre se ha hecho esclavo de un sistema cerrado a la
trascendencia limitándolo al yugo de un sistema económico que lo explota y lo usa como
medio para obtener un fin útil, temporal, material, sometido a la corrupción. Esto se debe
a la naturaleza caída y corrupta del hombre por la desobediencia y la autosuficiencia del
hombre, por esta razón «la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se
manifiestan los efectos perniciosos del pecado.»7; además los países desarrollados han
tenido una victoria contundente contra los países en vías de desarrollo, por el hecho de
quedarse encerrados en sí mismos sin abrirse al «contexto mundial a formas de actividad
económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión»8. En la otra
mano del Espíritu Absoluto también encontramos errores y disfunciones; la economía ha
dictado cuáles deben ser las leyes prioritarias para el incremento económico de una
Nación incentivando la manutención de los monopolios «de sus respectivos ámbitos de
competencia»9; así vemos cómo «el mercado ha estimulado nuevas formas de
competencia entre los estados con el fin de atraer centros productivos de empresas
extranjeras, adoptando diversas medidas, como una fiscalidad favorable y la falta de
reglamentación del mundo del trabajo.»10; además existe una falta de justicia en el Estado
al implementar leyes que atentan contra el hombre, falta una justa regla para el intercambio de valores equivalentes. Los resultados de estas implementaciones son la
pérdida de los sistemas de seguridad social, recortes al gasto social, protección a los
trabajadores, y el desempleo. Podemos observar que en el ámbito político existen varias
formas de gobierno, existe un significado polivalente, pero «el mercado único de nuestros
días no elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una
colaboración recíproca más estrecha»11; el Estado debe consolidar sus sistemas
constitucionales, administrativos, jurídicos, sus sistemas de orden público y sus
instituciones democráticas. «Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el
comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos,
como en los países pobres. La falta de respeto de los derechos humanos de los
trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por
grupos de producción local.»12. Así corrupto el sistema binómico económico-político
corroe la sociabilidad.13
Por último, se añade un factor que empieza a marcar el cambio de época, esto es la
globalización. Así como la economía y la política, la globalización no es buena ni mala,
sino que al ser una invención del hombre, un producto cultural, el uso que le dé el hombre
será buena o mala según las intenciones o los fines que él persiga. Este nuevo hecho ha
mostrado una nueva experiencia en las formas de producción innovando decisiones
estratégicas para la toma de decisión de forma lejana. Lo que ha permitido la
globalización es «la extraordinaria velocidad de comunicación sin límites de espacio y
tiempo, y la relativa facilidad para transportar mercancías y personas de una parte a otra
del planeta.»14. La globalización, entonces, debe considerar también los aspectos éticos,
culturales, estratégicos y tecnológicos para no eliminar al hombre y su trabajo, así como
su vida social y política; tampoco puede ser indiferente «de los efectos sociales de las
opciones que realiza.»15. Algunos efectos de la globalización son que el mundo laboral se
enriquece con nuevas profesiones y por esta situación otras desaparecen, pues el trabajo
empieza a sufrir también transformaciones como el «paso de un trabajo dependiente a
tiempo indeterminado, entendido como puesto dijo, a un trabajo caracterizado por una
pluralidad de actividades laborales; de un mundo laboral compacto, definido y reconocido,
a un universo de trabajos, variado, fluido, rico de promesas»16, como son los casos del
trabajo de tiempo parcial, interinas o una forma diferente que no es ni dependiente ni
autónomo; también la precariedad, la desocupación estructural, la inseguridad, la falta de
una buen sistema de seguridad social. En el caso de los trabajos artesanales e
independientes existe un «trato injusto, de trabajo mal pagado y sobre todo inseguro.»17
Así como los ámbitos económicos y políticos o del Estado son polivalentes, también
debemos decir lo mismo de la globalización; para poder superar todos los problemas descritos se debe ahora proponer la solución y tendrán que intervenir otras ciencias para
dirigir y guiar los problemas hacia la solución.18
Para una correcta interpretación de los problemas y su solución debemos hablar sobre la
concepción antropológica, en un punto muy específico: la ley moral natural. A partir del
conocimiento de esta ley podremos ir solucionando los problemas que se han presentado
desde el ámbito económico, político y de la globalización. Santo Tomás de Aquino dice
que la ley moral natural es conocida por el hombre, así como aprehende el ente (aquello
que es o que tiene existencia); es conocida justamente porque el hombre goza de la razón
práctica, conoce la ley moral natural porque la razón práctica aprehende el bien,
entendida como noción absolutamente primera de esta razón; pero no se queda en la
aprehensión, sino que el conocimiento del bien lleva al hombre a practicarla, es decir, a
ordenarla a la operación. El bien al ser el primer principio de la razón práctica tiene su
formulación en la ley como «el bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse»19; en
efecto, todos los hombres obran por un fin, y el fin tiene razón de bien; es por eso que el
bien es buscado por el hombre, porque lo perfecciona y, porque lo perfecciona, lo
apetece. Bajo el primer principio de la razón práctica se fundan los demás preceptos de la
ley natural, el hombre realizará o evitará éstos «en la medidas que la razón práctica lo
capte naturalmente como bien humano.»20. Como el bien tiene razón de fin, la razón capta
como bueno la natural inclinación y por esta razón debe ser procurado; por esta razón los
preceptos de la ley natural son correlativos a las inclinaciones naturales. Un primer
precepto de la ley natural está relacionada con la inclinación natural que tiene el hombre
le es común a todas las substancias, el cual es la conservación de su propio ser, por eso
pertenece a la ley natural «todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e
impide su destrucción.»21. Otra inclinación natural se enfoca a bienes más determinados
que también le es común con los animales, según esta inclinación la ley natural considera
lo que la naturaleza ha enseñado a los animales: la unión de los sexos, la educación de la
prole. Por último, existe la relación de los preceptos de la ley natural correlacionados con
la naturaleza humana: «la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir
en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación,
como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con
esto.»22
Es de capital importancia mencionar que la ley va intrínsecamente unida a la justicia «ubi societas, ibi ius»; este adagio latino hace referencia a la ley (ius) positiva, aquella que es dictada por los gobernadores para guiar a la sociedad (societas) a un fin en común. Nos detendremos a observar la justicia en el tercer precepto de la ley moral natural, pues también existe justicia en los otros dos preceptos. La justicia se define como «dar a cada uno lo que le corresponde», ¿quiénes son los “cada uno”? En el tercer precepto corresponde a Dios y a la sociedad. Cuando la justicia va hacia Dios, ésta es acompañada por la caridad: la justicia es inseparable de la caridad, «es la primera vía de la caridad»23, «la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la “ciudad del hombre” según el derecho y la justicia.»24 Partiendo de este principio antropológico- teleológico podemos ir considerando lo que dice la Doctrina Social de la Iglesia cuando habla de la res novæ; si ponemos en el centro de toda ley al hombre, en vez de las interpretaciones mecanicistas y economicistas, éste será capaz de ir innovando, creando, desarrollando todos los factores de su trabajo a favor de sí mismo, de su familia, de su sociedad y de toda la familia humana. En efecto, lo que nunca cambia son los derechos de todos los hombres cuando trabajan, lo que sí cambia son las formas históricas en las que se desarrolla el trabajo: «Ante el riesgo de ver negados estos derechos, se deben proyectar y construir nuevas formas de solidaridad, teniendo en cuenta la interdependencia que une entre sí a los hombres del trabajo.»25 ¿De qué forma se darán las innovaciones y las transformaciones de las cosas nuevas? A través de un esfuerzo de la inteligencia y de la voluntad, y se les exige un esfuerzo mayor para seguir tutelando la dignidad del trabajo; es urgente la contribución de los hombres de ciencia y de cultura para dar solución a las vastas y complejas problemáticas del trabajo, pues «a ellos corresponde la delicada tarea de leer e interpretar los fenómenos sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin preocupaciones dictadas por intereses de grupo o personales.»26; deben ayudar a sugerir líneas de acción para que se produzca el cambio necesario hacia el perfeccionamiento del hombre y para una adecuada actuación en las políticas económicas; en efecto, «Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista»27.
Es de capital importancia mencionar que la ley va intrínsecamente unida a la justicia «ubi societas, ibi ius»; este adagio latino hace referencia a la ley (ius) positiva, aquella que es dictada por los gobernadores para guiar a la sociedad (societas) a un fin en común. Nos detendremos a observar la justicia en el tercer precepto de la ley moral natural, pues también existe justicia en los otros dos preceptos. La justicia se define como «dar a cada uno lo que le corresponde», ¿quiénes son los “cada uno”? En el tercer precepto corresponde a Dios y a la sociedad. Cuando la justicia va hacia Dios, ésta es acompañada por la caridad: la justicia es inseparable de la caridad, «es la primera vía de la caridad»23, «la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la “ciudad del hombre” según el derecho y la justicia.»24 Partiendo de este principio antropológico- teleológico podemos ir considerando lo que dice la Doctrina Social de la Iglesia cuando habla de la res novæ; si ponemos en el centro de toda ley al hombre, en vez de las interpretaciones mecanicistas y economicistas, éste será capaz de ir innovando, creando, desarrollando todos los factores de su trabajo a favor de sí mismo, de su familia, de su sociedad y de toda la familia humana. En efecto, lo que nunca cambia son los derechos de todos los hombres cuando trabajan, lo que sí cambia son las formas históricas en las que se desarrolla el trabajo: «Ante el riesgo de ver negados estos derechos, se deben proyectar y construir nuevas formas de solidaridad, teniendo en cuenta la interdependencia que une entre sí a los hombres del trabajo.»25 ¿De qué forma se darán las innovaciones y las transformaciones de las cosas nuevas? A través de un esfuerzo de la inteligencia y de la voluntad, y se les exige un esfuerzo mayor para seguir tutelando la dignidad del trabajo; es urgente la contribución de los hombres de ciencia y de cultura para dar solución a las vastas y complejas problemáticas del trabajo, pues «a ellos corresponde la delicada tarea de leer e interpretar los fenómenos sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin preocupaciones dictadas por intereses de grupo o personales.»26; deben ayudar a sugerir líneas de acción para que se produzca el cambio necesario hacia el perfeccionamiento del hombre y para una adecuada actuación en las políticas económicas; en efecto, «Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista»27.
Una de las formas para poder ir haciendo este cambio en las políticas económicas y en
las laborales es el restablecimiento de una justa jerarquía de valores, teniendo en cuenta
la solidaridad, pues «la globalización de la economía, con la liberación de los mercados»28
tienen una competencia encarnizada contra otras empresas y esto los lleva a la quiebra
sin pensar en el desempleo de todos los trabajadores; es por eso que el primer valor que
debe estar por encima de todos los demás valores es el de la dignidad de la persona
humana; en efecto, se debe recordar «que el primer capital que se ha de salvaguardar y
valorar es el hombre, la persona en su integridad»29, además «La solidaridad, la
participación y la posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la
solución, ciertamente la necesaria garantía ética para que las personas y los pueblos no
se conviertan en instrumentos, sino en protagonistas de su futuro»30. Así observamos que
la economía no es éticamente neutra ni inhumana o que sea antisocial por naturaleza;
esto es, la economía para que pueda resolver las crisis que actualmente estamos viviendo debe sostener las «relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de
solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente
fuera o “después” de ella»31. Por ser una actividad del hombre se debe articular a las
exigencias de la ética, pues todas las fases de la actividad económica son realizadas por
el hombre: «La obtención de recursos, la financiación, la producción, el consumo y todas
las fases del proceso económico tienen ineludiblemente implicaciones morales»32.
Siguiendo la recomendación de Platón de ver a la sociedad como un μεγα ανθρωπος,
debemos extender la “ética personalista” a la “ética social”, pues la sociedad no debe
olvidar vivir en transparencia, honestidad, responsabilidad, en la lógica de gratuidad, de
don; cuando la sociedad empiece a vivir en una ética humanista se desaparecerá la visión
de la existencia como productividad y utilidad, pues «el ser humano está hecho para el
don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente.»33
Al abordar el tema de la globalización debemos poner atención y subrayar que es
necesario considerar de nuevo la parte moral, cultural y estratégica «para orientar la
acción social y política en la temática vinculada a la identidad y los contenidos del nuevo
trabajo, en un mercado y una economía a su vez nuevos.»34 En efecto, el hombre al estar
abierto a la trascendencia se comunica con sus iguales y así se abre a la universalidad,
esto pone de relieve que la universalidad no es un instrumento de la globalización, sino su
fin, en cambio, la técnica es la causa instrumental de ésta. Teniendo en cuenta y
defendiendo la dignidad de la persona humana, elemento subjetivo del trabajo, elevan las
posibilidades de expresar un «humanismo del trabajo a nivel planetario»35, el hombre
sabe que se puede abrir a su prójimo a través de la virtud de la solidaridad. Un ejemplo de
solidaridad con los que menos tienen es la «descentralización productiva»36, incluyen a
las micro, pequeñas y medianas empresas a participar en el desarrollo económico de su
país a través del trabajo que ellos saben realizar. El hombre al estar reunido en
muchedumbre, este hombre grande, tiene naturalmente una tendencia hacia un fin, a esto
se le conoce como Bien Común. «Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente
por él.»37. Así se hace patente la necesidad de formar a las personas humanas en la
virtud de la solidaridad, porque es un amor desinteresado al otro que está cerca de mi, y
este bien que busco para el otro es el bien de todos nosotros «formado por individuos,
familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social.»38 Mientras el hombre
sea capaz de seguir desarrollando la virtud de la solidaridad, amando a su prójimo más
trabajará por conseguir el Bien Común, además que es «una exigencia de justicia y
caridad»39. El Bien Común es la institucionalización política de la caridad, porque se cuida
y se utiliza el «conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad»40. De esta
forma podemos empezar a vislumbrar el desarrollo integral de la persona humana,
apelando al tercer aspecto de la ley moral natural, pues cuando existe el compromiso de
buscar y conseguir el Bien Común, compromiso por la justicia, inspirado por la caridad es
un testimonio de una virtud divina, que actúa en el tiempo para preparar al hombre y a la
sociedad a lo eterno: «En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el
esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la
comunidad de los pueblos y naciones[5], dando así forma de unidad y de paz a la ciudad
del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de
Dios sin barreras.»41
Si la familia humana empieza a buscar desinteresadamente el Bien Común, la sociedad
empezara a tener un desarrollo y no seguirá en vías de desarrollo o de progreso; pues se
eliminaría el hambre, la miseria, el analfabetismo y las enfermedades endémicas; por la
parte económica podemos ver el desarrollo de una participación activa y condiciones de
igualdad en la economía internacional; en la vida social tendríamos sociedades solidarias
y con un nivel de formación adecuado, y por la parte política se consolidarían regímenes
democráticos que aseguren la libertad y la paz. el cual tiene tres aspectos económico,
social y político. Además cada Estado debe velar y consecuentemente afrontar las
limitaciones que tiene en un contexto internacional, su soberanía ahora se encuentra
limitada por el contexto económico-comercial y financiero internacional. Debe aprender las
lecciones de los errores que se han cometido para una nueva valoración del papel del
Estado y su poder para «que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual»42.
¿Qué cosas debe implementar el Estado en estos momentos de crisis económica y
política? Debe mejorar sus políticas, sus leyes positivas, hacia el Bien Común, debe
desarrollar una reforma agrícola para resolver la inseguridad alimentaria, eliminando las
estructuras que minan la creatividad de los campesinos, se deben dar inversiones « en
infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados,
formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo
los recursos humanos, naturales y socio-económicos, que se puedan obtener
preferiblemente en el propio lugar, para asegurar así también su sostenibilidad a largo
plazo»43. La comunidad internacional, en específico los países ricos, deben tener una
amistad internacional y buscar desinteresadamente el bien del prójimo, el bien del país
que no tiene los recursos, apoyándolo con planes de financiamiento; esta implementación
de esta política internacional ayudará a erradicar la pobreza, pero además a eliminar las
crisis económicas. Asimismo, el Estado debe garantizar leyes más justas en el campo
económico, pues la economía cree tener la mayoría de edad y sólo se basa en contratos
para regular las relaciones de intercambio, pero necesita de las leyes justas del Estado
como una lógica de la política y debe estar inspirada por el espíritu del don.
El mercado también está sujeto al ámbito ético, se debe buscar y promover los principios de la justicia conmutativa y la justicia distributiva, pues debe existir la confianza recíproca en la relación de dar y recibir entre iguales: «Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica.»44 Para que pueda existir la aplicación de la justicia conmutativa y distributiva en la actividad económica, ésta se debe ordenar a la consecución del Bien Común, puesto que cuando la economía escinde de la accionó política causa grandes desequilibrios; para que la economía pueda buscar el Bien Común relacionada con la acción política, se debe recordar que es polivalente, es decir, que la economía se «adapta a las configuraciones culturales que lo concretan y condicionan.»45 La mano invisible de la economía se hace visible a través de los empresarios; es por eso un carácter ineludible entender los cambios que tiene la empresa, pues «las actuales dinámicas económicas internacionales» están caracterizadas por graves disfunciones. La crisis en la empresa se da también por la pérdida del sentido ético, pues basan todas sus energías en responder a las expectativas de los inversores, sin importarles su dimensión social; aunque en estos tiempos muy pocas empresas se dan cuenta que deben tener una responsabilidad social. Por último, la forma de derribar la ideología del Espíritu absoluto con sus dos manos invisibles, se dará con un sistema basado en tres instancias; a saber, el mercado, el Estado y la sociedad civi, donde «la sociedad civil era el ámbito más apropiado para una economía de la gratuidad y de la fraternidad, sin negarla en los otros dos ámbitos»46.
El mercado también está sujeto al ámbito ético, se debe buscar y promover los principios de la justicia conmutativa y la justicia distributiva, pues debe existir la confianza recíproca en la relación de dar y recibir entre iguales: «Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica.»44 Para que pueda existir la aplicación de la justicia conmutativa y distributiva en la actividad económica, ésta se debe ordenar a la consecución del Bien Común, puesto que cuando la economía escinde de la accionó política causa grandes desequilibrios; para que la economía pueda buscar el Bien Común relacionada con la acción política, se debe recordar que es polivalente, es decir, que la economía se «adapta a las configuraciones culturales que lo concretan y condicionan.»45 La mano invisible de la economía se hace visible a través de los empresarios; es por eso un carácter ineludible entender los cambios que tiene la empresa, pues «las actuales dinámicas económicas internacionales» están caracterizadas por graves disfunciones. La crisis en la empresa se da también por la pérdida del sentido ético, pues basan todas sus energías en responder a las expectativas de los inversores, sin importarles su dimensión social; aunque en estos tiempos muy pocas empresas se dan cuenta que deben tener una responsabilidad social. Por último, la forma de derribar la ideología del Espíritu absoluto con sus dos manos invisibles, se dará con un sistema basado en tres instancias; a saber, el mercado, el Estado y la sociedad civi, donde «la sociedad civil era el ámbito más apropiado para una economía de la gratuidad y de la fraternidad, sin negarla en los otros dos ámbitos»46.
Por último, para dar una respuesta adecuada a nuestros tiempos sobre la globalización es
necesario recordar que «la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que
fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en
sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y
profunda de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que todos se
sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del
Estado.»47
1 Benedicto XVI. Caritas in veritate. 2
2 Cfr. Ibid. 93 Ibid. 21
4 Ibid. 25
5 Ibid. 32
6 Ibid 257 Ibid. 34
8 Ibid. 39
9 Ibid. 39
10 Ibid. 25
11 Ibid. 4112 Ibid 2213 Ibid 3914 D.S.I. 310
15 Ibid. 311
16 Ibid. 314
17 Ibid. 315
18 Cfr. Caritas in veritate
19 S.Th.I-IIq.94,a.2,co
20 Ibid21 Ibid.22 Ibid.
23 Caritas in veritate 6
24 Ibid25 D.S.I. n. 31926 Ibid 320
27 Caritas in veritate 21
28 D.S.I. 31229 Caritas in veritate 25
30 D.S.I. 321
31 Caritas in veritate 36
32 Ibid 3733 Ibid. 3434 D.S.I. 312
35 Ibid 32236 Ibid 31537 Caritas in veritate 7
38 Ibid39 Ibid
40 Ibid41 Ibid42 Ibid 24
43 Ibid 27
1 Benedicto XVI. Caritas in veritate. 2
2 Cfr. Ibid. 93 Ibid. 21
4 Ibid. 25
5 Ibid. 32
6 Ibid 257 Ibid. 34
8 Ibid. 39
9 Ibid. 39
10 Ibid. 25
11 Ibid. 4112 Ibid 2213 Ibid 3914 D.S.I. 310
15 Ibid. 311
16 Ibid. 314
17 Ibid. 315
18 Cfr. Caritas in veritate
19 S.Th.I-IIq.94,a.2,co
20 Ibid21 Ibid.22 Ibid.
23 Caritas in veritate 6
24 Ibid25 D.S.I. n. 31926 Ibid 320
27 Caritas in veritate 21
28 D.S.I. 31229 Caritas in veritate 25
30 D.S.I. 321
31 Caritas in veritate 36
32 Ibid 3733 Ibid. 3434 D.S.I. 312
35 Ibid 32236 Ibid 31537 Caritas in veritate 7
38 Ibid39 Ibid
40 Ibid41 Ibid42 Ibid 24
43 Ibid 27
44 Ibid 35
45 Ibid 36
46 Ibid 38
47 Ibid
45 Ibid 36
46 Ibid 38
47 Ibid
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