martes, 5 de junio de 2012

El dios de los filósofos


Manuel Alejandro Gutiérrez González


El dios de los filósofos

El siguiente texto tiene como intención hablar sobre un tema que ha tomado importancia durante la reflexión de hace casi XXVI siglos de filosofía, es de suma importancia tratar este tema, pues fue lo primero que intuyeron los filósofos antiguos, esto es, debe existir un principio que haya dado consistencia a lo contingente, todavía más, existe un principio que dio consistencia y es antes que los mismos dioses. En este ensayo no se tratará el tema de la demostración de la existencia de Dios, pues se dará por supuesto[1] que existe, aunque cabe aclarar desde el inicio que por la misma luz natural de la razón se puede llegar a conocerle, no totalmente, pero sí que “Es y algunos de sus atributos por la analogia entis. Como ha de saberse el título se he tomado de una parte de una parte del memorial de Blaise Pascal que dice «Fuego. Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos y de los sabios.»[2] Este memorial fue encontrado dentro de su saco después de muerto y nos muestra la fe y la entrega total de un hombre a Dios, pero él mismo dice que es el Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob y no el dios de los filósofos, ahora bien, se puede hacer la pregunta ¿a qué se refiere Pascal con el dios de los filósofos?, ¿no es el mismo el dios de los filósofos que el Dios de Abraham, el de Isaac y el de Jacob?, si no son el mismo… ¿en qué son diferentes?
            Cabe aclarar que cuando Pascal escribió este memorial empezaba la corriente del racionalismo, tenía varios seguidores, se planteó el problema que Dios es una idea innata, una idea que está en el alma, en el cogito, justo en el momento en que existe, y al darse cuenta que esta idea existe y que es perfecta se da cuenta el cogito que esta idea divina da consistencia a la realidad extensa, extramental. A este dios era al que se enfrentaba Pascal al decir el dios de los filósofos, pero ¿todos los filósofos han planteado el tema de dios desde esta perspectiva?, ¿dios solamente es una idea que da fundamento a las cosas extramentales o es una idea reguladora? En definitiva no.  Antes del siglo XVII los filósofos antiguos y medievales a través de la razón llegaron a conocer a un Dios que posee ciertas características, atributos, y elaboraron argumentos racionales sobre qué es Dios, pero a partir de la primera mitad del siglo XVII con Descartes sucede este giro, el hombre se autoafirma en el universo, la consistencia ontológica de Dios ha dejado de ser el Ser y pasa a ser meramente un concepto, una idea, que el hombre ha descubierto; no sé si de verdad exista, solo sé que es una idea perfecta. Todavía más, decir que Dios lo puedo conocer por la razón como una idea es una locura, es imposible, lo único que se puede conocer por la propia razón es aquello que se encuentren en las categorías de Espacio y Tiempo, pero Dios escapa al Espacio y al Tiempo, no se puede encontrar en estas categorías, entonces se afirmará que es imposible plantearse, por lo menos, el conocimiento de Dios a través de la razón. Este es el problema principal de nuestros tiempos, hemos llegado a demostrar racionalmente que Dios no existe, ¿qué decir a esto, es verdad?
            Para poder dar una posible solución a este problema contemporáneo se tendrá que revisar si existen otras alternativas para plantear esta cuestión, pues ¿solo se ha reflexionado a Dios cómo una idea? Se ha mencionado antes que los antiguos buscaban un principio más allá del cosmos y de los dioses y el que más se acercó a lo que es este principio fue Parménides. En efecto, él dice: «el ser es y que el no-ser no es. Es el camino  de la certeza, ya que acompaña a la verdad. [...] Que el ser no es y que necesariamente el no-ser es.»[3] Cuando Parménides se dio cuenta de su descubrimiento aparece una problemática: los filósofos físicos habían atribuido un elemento natural a este principio, y si se preguntara a uno de esos filósofos qué es el agua, por ejemplo, se puede conocer en la experiencia y así comprender qué es el agua, pero si se pregunta qué es el Ser, es más complicado definirlo, pues ¿quién ha visto al Ser? Ante esta problemática Parménides planteó una solución lúcida: «El ser aparece dotado de todos los atributos propios de la noción de identidad.»[4], es decir, Parménides identificó al Ser en su Unidad, pues el Ser que es Uno, no puede ser múltiple, no puede haber contingencia en él, pues si en el Ser hubiera multiplicidad o contingencia dejaría de Ser y sería el No-Ser, pero el No-Ser no es, por lo tanto, el Ser lo identificó con la Unidad: Unum. Platón retomando esta idea de Parménides busca el όντως όν -vere ens-, pues lo sensible participa de alguna forma de la esencia de las Ideas, participan de lo que realmente es. Estos dos filósofos tenían cierta noción del Ser como Unidad,  el primero como un Uno material, el segundo como inmaterial, y a partir de esta inmaterialidad Platón busca la esencia del όντως όν,  pero en este sentido el Uno no existe en sí, sino que se da en las ideas,  «en sí mismo no es, pero las cosas que son reales lo son, porque lo tienen»[5].  ¿Qué importancia tiene esto?, en definitiva mucha, pues este Uno trasciende la materialidad, y todavía más, es cognoscible, el Ser, el Uno, es cognoscible para el hombre.
            Aristóteles sigue un poco esta doctrina platónica pues la Unidad del Ser es un atributo esencial del mismo y así esta unidad se halla en todas las categorías. El ser no se predica idénticamente a todas las cosas existentes, la categoría que se ocupa del ser es la substancia, pues todas las cosas son o substancias o afecciones de ellas. Así pues, uno puede captar lo inteligible del ser definido en cuanto que existe una unidad en él y esta unidad está definida como acto y potencia. En su metafísica dice que esta ciencia lo que debe estudiar es -si es que existe- una substancia inmutable, pues el objeto de estudio de esta ciencia es el ser en cuanto ser y la naturaleza del Ser se patentiza en lo inmutable y existente de por sí.

Que existe por lo menos un ser así, inmutable, causante del movimiento mientras que él mismo permanece inmóvil, lo evidencia la imposibilidad de que se de una serie infinita de causas del movimiento; y esa substancia inmoble, que abarca toda la naturaleza del ser, tendrá las características de la divinidad, de tal suerte que la filosofía primera puede muy bien ser denominada teología.[6]

            Es decir, es teología en cuanto ciencia de lo divino, esto es el principio de toda la realidad, esta ciencia estudiará el ente en cuanto ente, es la ciencia que estudia la substancia primera, pero la característica esencial de esta substancia primera es que existe, no en las ideas sino por sí mismo. Esta ciencia «descubre y demuestra a Dios, no sólo como exigencia del devenir físico, sino como principio de existencia del ser compuesto»[7] Así pues, el devenir físico, el mundo físico, depende del Primer motor inmóvil, todavía más, es el Pensamiento que se piensa a sí mismo.
            Así pues con estos filósofos nos hemos acercado un poco, nos hemos asomado a conocer al Ser que existe, que es principio, que es causa de todo lo que es, que es actus purus, encontraron el λογος que es principio del κοσμος, pero el problema de este  λογος es que no tiene una relación directa con el  κοσμος, pues se preguntará el filósofo griego ¿cómo es posible que este Ser que es perfecto, que es permanente, en el cual no hay contingencia, que es puro, se relacione con algo que es imperfecto, que es contingente que es impuro como es el mundo? Esto no es posible considerarlo en el pensamiento griego, este Ser no tiene participación directa con el mundo, sería rebajar el Ser, y si se rebaja dejaría de ser él mismo el fundamento de toda la realidad. Así es pues que Platón no concebía que la Idea misma participara de su ser a las demás ideas, que el Sumo Bien estuviera presente en las ideas y mucho menos que estuviera presente en el mundo; Aristóteles también lo concebía de esta forma, el primer motor inmóvil al pensarse a sí mismo genera otro motor inmóvil y esto sucedía sucesivamente hasta llegar al 56° motor inmóvil, así el Primer Motor Inmóvil no tiene nada que ver con el mundo material, pues para eso tiene cincuenta y cienco motores inmóviles. Y siendo esto así en definitiva este Ser no tiene relación directa con el hombre, pues uno es inmutable y el otro mutable, ni viceversa, el hombre no puede adorar a este Ser, pues ¿qué sentido tiene adorar a este Ser divino si a este Ser no le importa el hombre?
            Ahora bien, ¿esto es lo único que se puede saber de Dios o hay algo más que se pueda decir y otra forma de conocer a Dios?, es más ¿esto es Dios, solamente un Ser? En definitiva no. Hay algo más se puede decir de Dios, pero esto ya no compete únicamente al filósofo, es decir, ya no se puede conocer más de Dios solo por la sola luz natural de la razón. A esto se podrá objetar lo que bien dice S. S. Pío XII:

            A pesar de que la razón humana, hablando simplemente, pueda verdaderamente por sus fuerzas y su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas...[8]

Ante este nuevo dato es necesario analizar detenidamente este punto. Se acaba de reflexionar dentro de la filosofía antigua, por la pura luz natural de la razón, que Dios es el Ser, pero que no tiene relación con el hombre, es decir, que Dios no es un ser personal, pero ante este escrito de S. S. Pío XII se dirá que por la sola luz natural de la razón podemos conocer que Dios es personal, y que entonces hay algo más en Dios que la razón puede conocer de Dios, pero se encuentra una contradicción en esto, ¿cómo resolver o conciliar este nuevo problema?, para resolverlo se recurrirá primero a la Revelación, que es otro tipo de conocimiento de Dios mismo, pues Él mismo se da a conocer al hombre, este Dios del que habla y cree Pascal, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob; y después se analizará racionalmente si aquello que Dios dice de Sí es conforme a la razón misma.
            Ante esto hágase una heuresis, y supongase que el Dios monoteísta de las tres grandes religiones, no se hubiera revelado en la historia, ¿qué hubiera pasado en la historia de la filosofía? A lo que se quiere llegar es: ¿el hombre por la sola razón pudo haber llegado a concebir a este Ser como persona y como personal? Para esto es neceario definir y decir qué se entiende por persona y por personal. El término persona fue introducido por uno de los apologetas cristianos, Tertuliano, y se empezó a consolidar con san Atanasio en el Concilio de Nicea al tratar el problema de la esencia de Cristo con la esencia de Dios Padre, si eran de la misma naturaleza, este santo obispo intervino diciendo que hay una ουσια, pero tres υποστασις, es decir, una substancia y tres personas divinas. El que terminó por consolidar este término fue Boecio que lo define como naturæ rationalis individua substantia, pero ¿cómo relacionar este conocimiento de Dios con el hombre si ya hemos dicho que este Ser es perfecto y no hay una posible relación con el hombre? Y todavía más, si se considera a Dios como personal, esto es, que es relativo a la persona humana, ¿cómo es relativo la persona divina con la persona humana dicho lo anterior?, parece ser que por la sola razón no se puede llegar a conocer a un Dios de esta forma, como persona y personal. Así se abre paso a la fórmula de san Agustín intellectus quaerens fidem -la razón busca a la fe-.

El Dios de la Fe

Se tiene el dato que en la cultura hebrea Dios mismo desde la nada, por un acto libérrimo, creó todo lo que existe, y todavía más que se reveló e hizo alianzas con el pueblo que formó con los padres en la fe -Abraham, Isaac y Jacob- se dio a conocer, que lo guió como pastor, que lo gobierna con providencia. El pueblo de Israel conoce a este Dios, y basa su fe en un pasaje y que se conoce como Antiguo Testamento, en específico el libro del Éxodo 3, 13-15:

Moisés dijo a Dios: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”. Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envió a ustedes”. Y continuó diciendo a Moisés: “Tu hablarás así a los israelitas: [Yahvé] El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y así seré invocado en todos los tiempos futuros.
           
            Dios que se reveló a Moisés no solo le habló para que guiara a su pueblo, sino que le da a conocer su Nombre. Si Moisés hubiera llegado con el pueblo de Israel diciendo “Dios me envía” o “el dios de  vuestros padres me envía”, el pueblo de Israel no le hubiera hecho caso, pues este pueblo vivía como esclavo en Egipto por muchos años y ahí abundaba el politeísmo, decir, Dios me envía o el dios de vuestros padres me envía es decir nada en ese ambiente, por eso Moisés pregunta por su nombre, y Dios se lo revela: Yahvé. Los padres en la fe no conocían Su nombre, es más, cuando Jacob pelea con “alguien” misterioso y le pregunta por su nombre, le responde ¿cómo te atreves a preguntar mi nombre?, parece ser que este Nombre es un nuevo nombre, pues en el lenguaje del pueblo pre-israelita no podemos encontrar una etimilogía a este nombre. El Dios de los padres en la fe no se llamaba Yahvé, sino El, la característica de este nombre y la concepción de los padres en la fe de este Dios es que es un Dios de personas, es un Dios en un plano yo-tú, es un Dios que se halla «allí donde está el hombre y donde el hombre se deja hallar por él»[9]. El nombre “El” de Dios se amplió a Elohim cuando se habla del nombre El implica singularidad, pero Elohim implica pluralidad. Así con este nombre el pueblo de Israel manifestó expresamente la unicidad de Dios, pues este Dios rebasa los límites del singular y del plural: «sabemos [...] que Dios es el uno radical»[10], pero aún así es un error designar a Dios con la categoría “uno”. Ante este nombre divino se contrapone los nombres de los dioses con los que llamaban los pueblos vecinos a sus dioses, a saber, Baal y Melech, este dios es un dios-rey que designa un modelo social, que es despótico y cruel; el Dios de los padres en la fe, El, no conoce esto, sino que es un Dios cercano.
            El Cardenal Ratzinger al hablar del nombre de Dios, Yahvé, dice que en el pueblo babilónico ya existían nombres relacionados con Dios y de ahí podemos analizar el Nombre de Dios, algunos de esos nombres contienen un elemento parecido al de Yahvé, yaun, ya, yau, que significa “el mío”, “mi Dios”, así esta palabra apunta a un Dios personal, que se relaciona con los hombres. Así decimos que este Dios que se reveló a Moisés es el Señor [Adonai], es el mismo que el Dios de los padres en la fe, pero aún hay algo nuevo y específico de este nombre. Dios revela Su Nombre, y al revelar su nombre manifiesta su individualidad, esto para la razón resulta un escándalo, primero, que se le pueda dar un Nombre a Dios y segundo que se manifieste como individuo. Pero hay algo todavía novedoso de este nombre, parece que no es un nombre en sí, pues Dios le dice a Moisés “Yo soy el que soy”, y al decir este Nombre en sí no revela Su nombre, esto hace diferente a este Dios que a los dioses de los pueblos vecinos, pues para distinguirse los dioses se nombran a sí mismos para diferenciarse de los otros dioses, pero este Dios da pie, y es lo que lo hace diferente de los demás dioses, a una teología negativa con la palabra “Ser”, suprime el nombre, pasa de lo conocido a lo totalmente desconocido, a lo escondido, diluye Su nombre en el misterio, Su Nombre, símbolo de ser conocido pasa a lo desconocido e inefable de Dios: «Frente a los que creen que pueden conocer a Dios, se afirma aquí claramente la infinita distancia que lo separa de los hombres.»[11] Por esto mismo el pueblo de Israel no se atreve más a nombrar a Dios de esta forma, sino con la palabra Adonai, que significa Señor. «Dios no revela -como pretende el pensamiento filosófico- su esencia, su ser, sino que se presenta como un Dios para Israel, como un Dios para los hombres»[12] El nombre divino El representa la vida, por eso dice Cristo a los saduceos que es un Dios de vivos, pues se le llama Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, «porque para Él todos viven», y el nombre divino Yahvé llama a un Dios que “Es”, que permanece en el cambio, es en todo cambio y mutación. «En realidad, este “es” de Dios que permanece inmutable por encima de toda mutabilidad del devenir, no se muestra como un Dios sin relaciones.»[13]
            El Evangelio de san Juan es para los cristianos el último paso para la interpretación de este nombre, reinterpreta el εγώ ειμι, y lo hace una expresión central de su Cristología. En especial en el capítulo 17 san Juan hace un paralelismo entre Moisés y Jesús, pues Cristo es el revelador del nombre de Dios: «He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo [...] Les he dado a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»[14] Cristo no hace una nueva mención del nombre de Dios, sino que retoma lo que el Padre ya había dicho de Sí, esta revelación del nombre de Dios es un modo nuevo y radical de la presencia de Dios en Cristo: «En Jesús, Dios entra totalmente en el mundo de los hombres: quien ve a Jesús, ve al Padre». En la inmanencia de Dios en el Antiguo Testamento se encontraba en la dimensión de la Palabra, pero en Cristo esta inmanencia se hace en el plano ontológico: «En Jesús, Dios se ha hecho hombre. Dios ha entrado en nuestro mismo ser [...] Tiende a la transformación del cosmos, para que en unidad con Cristo, se convierta de manera completamente nueva en la verdadera morada de Dios.»[15]
            El problema de fondo radica en sí en el concepto y en el nombre, ¿Yahvé es un concepto o un nombre?, ¿qué diferencia existe entre estos? La diferencia radica en el objetivo que persigue cada uno, el concepto busca expresar la esencia de la cosa, y el nombre busca nombrar, llamar, invocar a las cosas, debe llegar a la cosa misma, pero solo para ponerla en relación conmigo. A esto se refiere Yahvé en el Antiguo Testamento, Dios tiene un nombre y está en relación con su pueblo, Israel, y ahora Israel puede llamar, invocar, a su Dios: «Con él se expresa algo muy distinto de lo que afirma el filósofo, que sólo busca el concepto del ser supremo.»[16]  En efecto, el término ya también significa Ser, Vivo, Existe, es decir, Ser Viviente, y esto es algo novedoso y diferente del término Ser de los filósofos, pues Dios al llamarse a Sí mismo Ser Viviente se expresa como Persona, entonces al decir que Dios es el Ser Viviente, es decir, que es la Vida, encontramos otra característica de Dios, que es un Ser Inteligente, es el λογος, el Pensamiento que se piensa a sí mismo, pero que se relaciona con otro λογος, el hombre; y que Dios, siendo el λογος, es Persona, pues es Inteligente y se relaciona con otros λογος. Así vemos en la historia del pueblo de Israel cómo Dios, Yahvé, llama, invoca, habla, con Adán, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Jeremías, Samuel; es un Dios Persona que entabla una relación personal con el hombre. Todavía más, Dios ha llamado al hombre, ha llamado a cada uno de los hombres por su nombre, y al llamarlos por su nombre, los llama a participar de su Ser, los llama a la existencia.
            Así pues, el nombre de Dios expresa algo novedoso, y más en la persona de Cristo, este Nombre es Verdadero y Viviente: Dios puso su morada entre nosotros los hombres en la persona de Cristo, Cristo es el Nombre Encarnado. Por esto Cristo dice de sí mismo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida»[17] y san Pablo, en la Carta a los Filipenses, dice: «Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”»[18]
En él acontece lo que no puede acontecer en una simple palabra. En él se consuma el sentido del discurso sobre el nombre de Dios, lo que éste siempre significó y quiso significar[...] Con él, Dios entra para siempre en la historia de los hombres. El nombre ya no es una simple palabra que aceptamos, sino carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos[...] Lo que significaba el relato de la zarza ardiente, se realiza de verdad en aquel que es Dios en cuanto hombre y hombre en cuanto Dios. Dios es uno de los nuestros y por eso se le puede invocar de verdad, por esto está ahí co-existiendo con nosotros.[19]
            Este Dios es un Dios cercano, accesible, que se dona a sí mismo a los hombres y que está por encima del Espacio y del Tiempo, el elemento peculiar de este Dios es el poder de trascender el Tiempo; «se concentra cada vez con más vigor en la idea del ser, en el profundo y a la vez enigmático “yo soy”.»[20]
            Cuando los primeros cristianos tenían que dar razón de su fe, tuvieron que hacer una opción para decir quién era su Dios, para esto optaron por el Dios de los filósofos, el Dios que da sustento y existencia a todo lo creado, al que da fundamento de todo ser, nos referimos al Ser mismo, sin renunciar a la Revelación. Así se abre paso a la otra parte de la frase de san Agustín: fides quaerens intellectum -la fe busca a la razón.

Philosophia christiana

            En la primera parte decíamos que los filósofos griegos no podían invocar al Ser, que no podían tributarle adoración, que esto era inconcebible en su pensamiento, pero ¿qué es lo que sucede con la religión de los griegos? Cada vez que la razón alcanzaba a conocer al Ser Supremo se empezó a desligar de su concepción religiosa, cultual, entendió la religión como ordenamiento de la vida moral, no como verdad. Si los primeros cristianos no hubieran hecho reflexión y dar razón de su fe, hubiera pasado lo mismo que con la religión griega, pues la religión de los cristianos es un camino hacia el  λογος, y no hacia un mito, no es un formalismo ético, sino une religión conforme a la verdad. Así ante esta perspectiva Tertuliano dice: Dominus noster Christus veritatem se, non consuetudinem nominavit.[21] En la actualidad los cristianos están dejando de lado la verdad de la razón para enmarcarse meramente en lo moral que lo traducen como piedad, y así se empieza a desligar la religión de la verdad, de la religión al  λογος, «la huida de la verdad hacia la costumbre coqueta»[22], y todavía más el aniquilamiento del escándalo de lo cristiano. La gran empresa que realizaron los primeros cristianos fue extraordinaria: afirmaron la verdad del ser mismo frente al mito de la costumbre. Pero el Dios de los filósofos era una cuestión meramente académica y arreligiosa, ¿por qué, pues, los primeros cristianos tomaron al Dios de los filósofos para dar razón de su fe si parece que va contra la religión misma, es más, no sería rebajar la Revelación a un cierto tipo de ateísmo?
            La diferencia en el Ser supremo de los filósofos y el Dios de la fe radica en dos puntos esenciales, a saber, en que el dios de los filósofos se relaciona únicamente consigo mismo y que es puro pensar. En efecto, en el pensamiento griego ¿cómo el Ser Supremo, Eterno, Necesario, Permanente se relaciona con lo contingente, temporal? No hay posibilidad de que exista una relación, porque es un Ser ocioso que se piensa a sí mismo. Los filósofos y teólogos medievales conocieron que Dios es el  λογος del que ya habían hablado los filósofos griegos, que es el Pensamiento que se piensa a sí mismo, pero no es un pensar egoísta, sino que Él al ser el  λογος Ingénito, y al Pensarse a sí mismo genera otro  λογος, y este  λογος Ingénito al pensar el  λογος Unigénito genera un διαλογο  que es Amor Creador, por esto dice san Pablo en la carta a los Colosenses: «Él es el primogénito de toda creación, porque en él fueron creadas todas las cosas... Todo  fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él.»[23] Esta Razón, que es Palabra Eterna, al pensar su propio pensamiento que es el Verbo, por un Acto libérrimo de Amor crea todas las cosas existentes, y al crearlas les participa de su Ser y, a partir de esta Revelación los primeros cristianos comenzaron a pensar que la realidad está llena de  λογος, pues la Sabiduría Eterna les infundió su ser a las creaturas: el Dios Revelado, el Dios de la fe, no es un Dios estático, un Pensamiento egoísta, un Ser sin relación con el mundo, todo lo contrario es un Dios Creador, un Dios que saca desde la nada las cosas participándolas de su Ser -a esto le llamamos creatio ex nihilo-, un Dios que está comprometido con la subsistencia de la realidad entera al pensarlo en su Ser mismo, y todavía más, un Dios que se relaciona con el hombre participándole de su Ser a imagen suya, es decir, dotándo a este único ser en el cosmos con inteligencia, y al dotarle de un  λογος a este ser único en el cosmos puede entablar un  διαλογο con el  λογος Eterno.
                        Ante este nuevo dato Revelado por Dios mismo, ¿qué es lo que hicieron los medievales? Razonarlo a través de su propia luz natural, pero auxiliados por la Revelación misma, pues cuando el hombre cayó en el primer pecado «quedó tan inepto en su inteligencia que es necesario mirar la percepción intelectual del ser como don místico y sobrenatural concedido a unos pocos privilegiados»[24], es decir, estos pensadores medievales al tratar de razonar al Inefable tuvieron que encontrar una forma de hablar de Él a través de la razón, el hombre quiere expresar a través de su razón, por medio de un λογος, a Aquél λογος Eterno, pero reconociendo que ese Inefable es más de lo que el pensamiento puede decir de Él, recurrieron a la máxima ciencia que desarrollaron los antiguos, a una especie de teología natural: la Metafísica. Aquí es donde se con-funden el conocimiento humano y el conocimiento de Dios, se funde la Revelación con la razón humana y la razón humana con la Revelación. A este nueva forma de hacer Metafísica, Èttienne Gilson lo llamó Filosofía cristiana, ésta es, «un método filosófico en el que la fe cristiana y el intelecto humano unen  fuerzas en la investigación conjunta de la verdad»[25], la filosofía cristiana sin dejar de ser filosofía y sin convertirse en Teología, recibe aquélla una ayuda perfectiva de ésta, pues le ayuda a no caer en errores con los cuales puede llegar la razón y le propone nuevos temas a reflexionar como: creación desde la nada, diferencia entre naturaleza y persona, Dios personal, inmortalidad... Aquí se da la relación íntima entre el Dios de la fe -que es el Ser, Yahvé, que es Uno, que al ser el Pensamiento que se piensa a sí mismo es la Verdad y que al crear todas las cosas vió que eran buenas, porque Él mismo es el Bien- con el dios de Parménides que es el Uno, el dios de Platón que es el Bien, el dios de Aristóteles que es la Verdad.
                        Así pues, podemos concluir que el hombre por la mera luz natural de la razón no puede llegar a conocer a un Dios que es Persona y personal, es necesario para nuestra razón que Dios se revele a Sí mismo, y todavía más, que se haya Encarnado, que se haya hecho hombre, para que nuestro pobre entendimiento pueda alcanzar a conocerle. Esta es la grandeza de la Metafísica, ser sabiduría, pero también es su miseria, ser ciencia humana; pues ella nombra a Dios, pero no por su Nombre, pues para el entendimiento Dios es un Deus absconditus, y si la razón se enorgullece de decir que conoce completamente a Dios, decir que por sí misma puede llegar a conocer a un Dios que es Persona y personal, hay que decirle con san Agustín: si comprehendis non est Deus.
                        Los primeros cristianos razonaron a este Ser Viviente a través de la ciencia máxima y esta ciencia exige a la inteligencia una purificación y que ésta se adhiera a una Verdad que es inútil, a una Verdad a la cual sirvamos, a una Verdad que Es Subsistente por Sí misma, pero esta ciencia se acerca a esta Verdad como una asíntota sin tocarla jamás:
La metafísica [...] sufre una enfermedad que le es propia. Ella es una teología natural; su objeto por excelencia es la Causa de las causas. Intenta conocer el Principio de todo lo que es[...] si el deseo de ver la Causa Primera es natural al hombre[...], es natural de un modo especial al metafísico, quien, si merece el nombre de tal, no puede menos que sentirse aguijoneado por él. Pero la metafísica no nos introduce al conocimiento de Dios sino por analogía; nos habla de lo que El no tiene como propio, de la comunidad de esas perfecciones trascendentales que se hallan a la vez en Él y en las cosas: conocimiento verdadero, cierto, absoluto, el más sublime deleite de la razón y por el cual vale la pena ser hombre, pero que permanece infinitamente lejos de la visión y que hace sentir con más intensidad el peso abrumador del misterio [...] Se comprende pues demasiado bien por qué el fruto más sabroso de la vida intelectual deja todavía insatisfecho al hombre.
                            Es porque, en verdad, en nosotros la vida intelectual no se basta [...] La vida intelectual termina necesariamente en nosotros por confesarse indigente y culmina al fin en un ansia.[26]



[1]    Cfr. Summa Theologiae I° q. 2 y q.12
[2]    Pascal, B. Pensamientos y otros escritos. [Trad. D'Ors, E.] 1° Ed. Ciudad de México, México: Porrúa. 1989. p. 361
[3]    Verneaux, R. Textos de los grandes filósofos. Edad antigua. 2° Ed. Bacerlona, España: Herder. 1975 p.14
[4]    Gilson, E. El ser y los filósofos. 1° Ed. Navarra, España: EUNSA. p. 29
[5]    Ibid. p. 36
[6]    Copleston, A. Historia de la Filosofía. Grecia y Roma.  [Trad. García, J.] 6° Ed. México: Ariel. 1981. p.296
[7]    Grenet, B. Historia de la filosofía antigua. 5° Ed. Barcelona, España: Herder. 1992. p. 375
[8]    CCE n. 37
[9] Ratzinger, J. Introducción al cristianismo. [Trad. Domínguez, J.] 12° Ed. Salamanca, España: Sígueme. 2001. p. 105
[10]  Ibid. p. 106
[11]  Ibid. p. 108
[12]  Ibid. p. 109
[13]  Op. cit. Ratzinger, J. p. 109
[14]  Jn 17, 6. 26
[15] Op. Cit. Ratzinger, J. p. 113
[16]  Ibid. p. 113
[17]  Jn 14, 6
[18]  Ibid. 2, 9
[19]  Op. cit. Ratzinger, J. p.. 114
[20]  Ibid. p. 114
[21]  Tertuliano. De virginibus velandis. I,1
[22]  Op. cit. Ratzinger, J. p. 121
[23]  Col 2, 15-17
[24]  Maritain, J. Distinguir para unir o Los grados del saber. [Trad. Fundación Jaques Maritain] 7° Ed. Buenos Aires, Argentina: Club de lectores. 1963 p. 20
[25]  Gilson, E. Realismo metódico. [Trad. García, V.] 1° Ed. Madrid, España: Encuentro. 1997. p. 9
[26]  Op. cit. Maritain, J. p. 27-28

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