Al final de la primera parte del tiempo
Ordinario se vislumbraba lo que íbamos a vivir como Iglesia. El 11 de febrero
anunciaba su renuncia el Papa Benedicto XVI y 2 días después empezaba el tiempo
de Cuaresma, tiempo profundo de oración, acompañado de ayunos, sacrificios y
limosna Se cambió del color litúrgico verde, color de la esperanza en el
anuncio del Reino de Dios, al color morado, tiempo de sobriedad y de alguna
forma nostalgia, en especial en este tiempo recordamos que se nos quitará al
Esposo: «vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que a
donde yo voy, vosotros no podéis venir.» (Jn 13, 33); desde el inicio de la
Cuaresma hemos dejado de cantar el “Aleluya” -¡Bendito sea Yahvéh!- y decimos “Honor
y gloria a ti Seño Jesús”, recordando que el honor y la gloria empiezan en el
momento de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo: «Ahora ha sido glorificado el
Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.» (Jn 13, 31). El Vicario de Cristo
se fue en este tiempo de penitencia y oración; y el Señor no deja de guiar a su
Iglesia.
De forma profética el IV domingo de
Cuaresma nos anunciaba de forma misteriosa lo que acontecería: se conoce como
domingo laetare, ¡Alégrate Jerusalén! Después de un es del anuncio de la
renuncia, donde varios llorábamos la decisión heróica del Papa, parecía resonar
el salmo 137 «A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y
llorábamos, acordándonos de Sión... ¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahvéh
en tierra extraña? ¡Jerusalén, si yo me olvido de ti, que se me seque la
diestra!» (1. 4-5) Pero en esta IV semana de Cuaresma, cercános a la Semana
Santa, cercanos a la V semana que se usa el Prefacio de la Pasión para empezar
a vivir ya desde ese momento el dolor de la Pasión para llegar a la gloria. Este
domingo se usó el color rosa, significando que seguimos el tiempo de Cuaresma,
pero se vislumbra lo que vendrá, un tiempo de gloria, lo que significa el color
blanco. El lunes volvimos a usar el morado, recordando el tiempo de oración,
pero el martes cambiamos otra vez de color, ahora el rojo, pidiendo ahora el
testimonio heróico de toda la Iglesia, el testimonio de fe de todos aquellos
santos que saben que nuestro Señor Jesucristo guía sabiamente y prudentemente a
la Iglesia a través de las inspiraciones del Espíritu Santo: pedíamos en la
Iglesia por la elección del nuevo Sumo Pontífice –Misa pro eligendo Papa-. Así fue el martes y miércoles, nos uníamos al
innumerable ejército de los mártires, aquellos que blanquearon sus vestidos con
la sangre del Cordero. Así, el día de hoy (jueves 14 de marzo de 2013), después
de que la Iglesia se cubrió de la sangre del Cordero –color rojo-, hoy se han
revestido los sacerdotes de color blanco y de nuevo, de forma profética, el
gozo, la alegría ha cubierto a la Iglesia entera, vendrá de nuevo el Esposo ¡salid
a recibirlo!
Después de sentarnos a llorar con el Salmo
137, volvemos nuestros ojos al salmo anterior, 136, el gran himno del pueblo
judío, el gran Hal-lel, este himno lo cantaban los judíos en la fiesta de
Pascua recordando los prodigios que Yahvéh ha hecho en favor del pueblo de
Israel: en nuestra humillación se acordó de nosotros, «¡Dad gracias
al Dios de los cielos, porque es eterno su amor!»
(26). De esta forma, Dios nos muestra la hermosura de su Iglesia, así como la
ge que debemos tenerle, nos muestra nuestras limitaciones y nuestra necesidad
de estar siempre agarrados de Su Mano Providente.
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