martes, 21 de mayo de 2013

Fe y cultura. Lógos cultual.


En este ensayo lo que se pretende hacer es una revisión de lo que es la religión, pero lo principal es cómo ha contribuído la religión al crecimiento de la cultura. ¿Acaso será posible esto?, pues parece que la religión nada novedoso aporta a la humanidad, pues parece que ésta vive en la antigüedad. Si tiene aportaciones la religión sobre la cultura ¿cuáles son?, y ¿la cultura aportará cosas a la religión?, esta parece ser más plausible que la tesis anterior. Todavía más, al hablar sobre el ámbito religioso entramos a un problema que tiene que ver con Dios y su esencia -aceptando que existe- ¿se podrá afirmar un culto de adoración a este Ser?, esta afirmación entra en el ámbito de la racionalidad del culto, es decir, ¿la razón puede comprender y aceptar el culto a Dios?

 

            Para poder abordar estas cuestiones debemos comprender qué es la cultura, pero se abordará desde el pensamiento, la reflexión, cristiano. El problema de la cultura moderna radica en la concepción y mirada que se tiene del hombre, si al hombre se le considera como pura materia el cual no posee un espíritu que lo eleve a la contemplación de lo infinito, el trabajo y desarrollo cultural del hombre queda en la inmanencia o en el puro campo material, el cual es corruptible, si esto es cierto ¿cómo es que hay algunos campos del desarrollo cultural que hacen que el hombre los trascienda y lo haga sentir pleno, satisfecho, como es el caso del trabajo o de la familia o del arte? La concepción del hombre en su integridad y en su dignidad nos hace comprender la trascendencia de sus esfuerzos, de sus trabajos en el campo cultural, en el campo social, en el campo político, religioso... La cultura podemos decir que es «todo aquello con que el hombre afina y desarrolla  sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social»[1], es decir, es propia de la naturaleza humana alcanzar su plena humanidad sino es a través de la cultura, crece en su propia humanidad. Pero encontramos otro problema: si el trabajo y conocimiento del hombre, el enriquecimiento y el desarrollo del hombre en la cultura lo lleva a la trascendencia ¿qué es la trascendencia o a qué trascendencia lo lleva?, ¿lo lleva a una “trascendencia material” o una espiritual o ambas? El hombre es un ser compuesto, como ya habíamos mencionado, de materia y forma, de cuerpo y espíritu, pero al trascender trasciende todo él, todo su ser compuesto, pero lo hace trascender a un Ser que es más que él, es un Ser que posee el Ser en perfección, y que el poseer su Ser perfectamente hace que los demás seres participen de su Ser -conservando su Unidad y su esencia, permanece todo él entero. Así el fundamento del hombre es el Ser que subiste por sí mismo, y el fundamento de la actividad humana tiene su base y fundamento en este ser. Podemos decir que la cultura también tiene un alcance metafísico, pues la trascendencia del hombre hace trascender todo el obrar humano hacia el Ser, pero parece ser que existe un obrar humano que lo hace llevar más cerca a la contemplación de este Ser, y es su actitud religiosa. ¿Cómo establecer una religión con sustento en el Ser, si parece que este ser está completamente alejado del hombre? De esta forma el hombre no puede alcanzar la trascendencia, el hombre no puede hacer una religión por la cual pueda alcanzar la perfección de su ser en la contemplación del Ser divino, al contrario debe ser este Ser divino el que se revele y establezca la forma adecuada de la adoración que le debe tributar el hombre a Él. En efecto, ¿cómo un ser corruptible puede ofrecer sacrificios agradables al Ser que es incorruptible?, es pues necesario que Él diga cómo se le deben ofrecer los sacrificios para que el hombre pueda alcanzar la trascendencia y la perfección de su ser, pues con una mirada crítica podemos ver que cada vez que el hombre ofrece sacrificios al ser divino él mismo se va asemejando al ser divino, hay algo nuevo en el ser del hombre que lo va perfeccionando.

 

            Pero para poder comprender esta situación (de que el hombre pueda ofrecer sacrificios según este ser), debemos bosquejar la esencia del Ser[2]. Sabemos a primera instancia que este Ser es el fundamento de todas las cosas que existen, pues la esencia del Ser es su misma existencia, y su existencia es su esencia misma. Aún más, nos podemos acercar a conocer la esencia del ser divino a través de sus atributos, por medio de una teología negativa, esto es, negar en sí lo que no es Dios[3]. Podemos hablar de más atributos del ser divino: su simplicidad, su unidad, su omnipotencia, su omnisciencia... Pero los hablaremos de grado eminente, cada vez que encontremos una perfección en los entes corpóreos podemos hablar de esa perfección en grado eminente en Dios, pues Él es el Ser que participa de su Ser a las creaturas y al participar su Ser les participa sus atributos a las creaturas, pero de modo análogo. Ahora bien, para que el ser divino se pueda comunicar con sus creaturas debe este ser tener en grado eminente una perfección que nosotros podamos encontrar en algunos seres creados. Dentro de todos los seres creados podemos observar que sólo los seres racionales se pueden comunicar entre sí, estos son, los hombres. Por su esencia los hombres son seres racionales, y al ser racionales tienen la capacidad para poder entablar relaciones entre sí, pueden expresar sus pensamientos y emociones a otros seres racionales como ellos. Así podemos pensar que como el hombre tiene la capacidad racional, la capacidad de poder expresarse, Dios posee este atributo en eminencia, es decir, Dios es el Ser racional; Aristóteles dice que es el Pensamiento que se piensa a sí mismo, el es el Λογος. La distinción del atributo de la racionalidad de Dios, no es una razón discursiva como se da en el hombre, sino que es intelectiva; es decir, que en el momento que piensa una idea conoce su esencia en sí en el mismo acto que la piensa. Cuando el Ser se piensa a sí mismo engendra un Pensamiento en sí, este es el  Λογος Unigénito por el cual todas las cosas fueron creadas, y cuando el  Λογος Ingénito piensa al  Λογος Unigénito hay una relación Διαλόγο,  es decir, que el Ser que se piensa a sí mismo engendra al Pensamiento Unigénito existe una relación intrínseca en su Ser, y al ser de esta forma por su pensamiento mismo hay un diálogo, es decir, Dios mismo es un Ser-en-relación.[4] A este ser en relación le podemos dar el nombre de Persona[5], pues es  naturae rationalis individua substantia, por su naturaleza racional es un ser en relación.[6] Así, si Dios es un Ser-en-relación por su naturaleza puede entrar en contacto con otros seres que por participación de su Ser sean semejantes a Él, se les puede revelar, puede comunicarse con ellos.

 

            Ahora bien, si Dios se puede comunicar con los hombres ¿se ha comunicado alguna vez con algún hombre? Y si es verdadero ¿qué le comunica o comunicó? Haré referencia al libro del Éxodo, pues ahí se nos dice que un hombre habló con Dios. En primer lugar encontramos que Dios mismo le habla desde una zarza que arde sin consumirse y le dice que se quite las sandalias, pues el lugar que pisa es santo; después le revela su nombre y por último le pide que lleve a su pueblo -Israel- a que le dé un culto en el lugar que le mostrará. Llama la atención a primera vista que Dios mismo se valga de un objeto común  para hablar con el hombre, pero lo interesante es que para mostrar la inefabilidad de lo que acontece en ese momento el objeto en común muestra una característica sorprendente por el cual el hombre se acerca: está quemándose sin consumirse. A esto podemos decir que con el que está hablando no es con la zarza, sino con un ser que está por encima de un objeto y que hace con él lo que quiere, pero mostrando así que también ese ser con el que habla no pertenece al mundo de lo corruptible, sino al mundo de lo Necesario e Inmutable; pero no sólo eso, sino que por entrar en contacto con ese ser le dice que el ámbito al que se acerca es un “ámbito” santo, así entramos a otro tema ¿en qué consiste esta santidad de Dios? Para Rudolph Otto el sentido de santidad es “una categoría explicativa y valorativa que como tal se presenta y nace exclusivamente en la esfera religiosa”[7] como un excedente de significación, pero esta santidad -la que llama numinoso- va acompañada del sentimiento de sentimiento de dependencia y sentimiento de criatura, es decir, que el hombre de forma analógica “se reconoce y se da cuenta de sí mismo” y “que se hunde y se anega en su propia nada”[8]. En efecto, podemos notar en este relato bíblico cómo al entrar en contacto con lo Santo, el hombre debe “hundirse”, rebajarse, anegarse a sí mismo, pero sin perder su condición de hombre.

 

A mi parecer lo Santo no lo podemos delimitar en un concepto o sólo teorizarlo, sino que tiene una relación con Dios, es más, es Dios mismo. Dios muestra su santidad en el actuar, pues Él es acto puro, pero como ser “dialógico” comunica su santidad al hombre, no podemos decir de la santidad de las cosas sin hacer referencia al que posee por sí mismo la santidad, si sólo lo pensamos sin hacer primero la referencia a este Ser caemos en un inmanentismo, pues si no tenemos una referencia al que es santo, nosotros mismos podemos establecer qué es lo santo pero a partir de nuestro cogito. Otro dato que podemos encontrar en un pasaje del Evangelio de san Lucas es en el Magnificat ahí se dice que su Nombre es Santo[9]. Aquí empezamos a establecer la conexión entre la Santidad de Dios y su Nombre. Si el nombre que Dios revela de Sí mismo es «Yo soy el que soy» podemos decir que la Santidad de Dios consiste en que Es, pero quedaríamos en la abstracción; es decir, cuando el hombre conoce un “nombre” le es fácil referirlo a tal o cual persona humana, es alguien conocido; pero el nombre de Dios, Yahvéh, es una paradoja: en sí mismo es algo que se ha dado a conocer, pero al mismo tiempo es algo misterioso, pues ¿qué es el Ser?

 

            Decíamos que cuando el Pensamiento se piensa a Sí mismo engendra un Pensamiento, el  Λογος engendra un  Λογος, si este  Λογος engendrado es pensamiento del Pensamiento ¿en qué consiste el Λογος Unigénito? Una explicación de qué es este  Λογος lo encontramos en el Evangelio de san Juan, en su prólogo, este  Λογος  es el Verbo que está cerca de Dios, y que es Dios mismo, que es la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo y que este Verbo que es Dios ha puesto su morada entre los hombres.[10] El  Λογος Unigénito es Dios mismo que se ha encarnado, se ha hecho hombre, para que nosotros lo podamos conocer. Si Dios mismo dice que su nombre es «Yo soy el que soy», el  Λογος Unigénito es el Nombre de Dios hecho carne: Cristo. El Nombre Viviente abre las puertas al hombre para entrar en contacto con Dios mismo, pues Él es Dios y hombre verdadero, es el Sumo Pontífice por el cual el hombre se asemeja a Dios, pues cada vez que el hombre entra en contacto con Dios se acerca a Su Esencia, el hombre se diviniza. Ahora bien ¿cómo se entra en contacto con Dios?, ¿cómo es posible esta divinización? A estas cuestiones hay que retomar la otra parte del Éxodo, dar un culto a este Ser que se ha revelado. Dios mismo le dice que saque a su pueblo para dar un culto a este Dios, un culto que Él mismo va a establecer con su pueblo escogido, el culto está relacionado con un lugar en específico: «la tierra es entregada para que sea el lugar del culto al Dios verdadero»[11], la tierra se convierte en un bien verdadero si Dios reina en ella y Él mismo desciende al monte Sinaí en el cual da a su pueblo «las Diez Palabras» (Decálogo): el pueblo que Él se escogió aprende  a «adorar a Dios según el querer de Dios mismo»[12]. Pero como hemos visto antes, Cristo mismo es el Nombre Encarnado, podemos decir también que Él es la Toráh Viviente, es decir, los preceptos que Dios dió a su pueblo se ha encarnado, pues es Dios mismo. Cristo al ser verdadero Dios y verdadero hombre enseña a los hombres cómo adorar a Dios según su querer, sin anular el Decálogo que Él mismo les había dado desde antiguo. La máxima expresión del verdadero culto a este Dios se manifiesta en el pasaje de la Última Cena que es una representación[13], en la cual Dios mismo establece una nueva alianza con toda la humanidad, hace presente el momento de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por un acto libérrimo de Cristo aceptó la muerte en cruz para liberar a su pueblo de la esclavitud, ya no de otro pueblo, sino del pecado, de aquello que ata al hombre al mundo; no es que el mundo sea malo, sino que se queda en la parte concupiscible, no le permite llegar a la trascendencia. Esto es algo inaudito, el  Λογος mismo establece un culto a Él mismo, y este culto es un culto con  Λογος, es decir, es un culto razonable, pues el mismo  Λογος lo ha instituido en lo temporal, pero para llevar al hombre completo, alma y cuerpo, a la eternidad.

 

            Si decíamos que el Ser divino Es, y que su Existencia es su Esencia misma, que Él mismo es Persona y que por serlo establece relaciones personales, y todavía más que es Santo, podemos decir que el Santo participa de su santidad al hombre. Ahora bien, al principio decía que el hombre por su acción somete al orbe terrestre por su conocimiento y trabajo y hace más humana la vida social, ¿podemos decir que la cultura, entendida desde esta perspectiva, puede llevar al hombre a la trascendencia? A mi parecer creo que sí, pues el hombre creyente, el hombre que ha aceptado esta revelación le da un pleno sentido a todo lo que existe, pues lo ve con ojos de fe, sabe que todo esto lo puede llevar hacia Aquél que lo creó, pero no sólo eso, sabe también que puede santificarse en todo aquello que realiza en este mundo, le da un pleno sentido a la amistad, al trabajo, a la política, a lo social, al campo de la investigación... Así el hombre afina y desarrolla sus cualidades, pone sus talentos al servicio de los demás, pero no sólo eso, sino que los trabaja para producir creces. Lo más interesante, a mi parecer, es que con esta visión, con la visión del Santo, ha tratado de imitar su Naturaleza a través del trabajo del hombre, es decir, que el hombre es capaz de hacer arte imitando lo que Dios mismo ha creado.

 

El arte cristiano no sólo se limita a la belleza de una obra, sino que hace que el creyente contemple a la Belleza en sí, lo remite a la Suma Belleza, pensar en el desarrollo cultural que ha hecho el cristianismo en estos XX siglos lleva a muchos hombres contemporáneos a interrogarse de nuevo sobre la existencia de Dios, a pensar a vivir como si Dios existiera y no como si Dios no existiera. Observar la majestuosidad de las Iglesias Catedrales, escuchar los cantos gregorianos, participar en la Santa Misa como Dios mismo la ha instituido, las pinturas de hombres y mujeres santos se debe a un acto concreto: que Dios mismo se ha hecho carne, se ha hecho carne, se ha hecho hombre, justamente para morir; es un Ser-para-la-muerte. El Eterno, el Inmutable, el Necesario, el Inmortal se hizo carne para padecer la muerte y esta paradoja sólo es posible comprenderla desde el ámbito de la fe, la cual es un asentimiento de la razón, es plenitud de razón y no algo irracional. Justamente la fe nos hace ver con ojos sobrehumanos la hermosura en la fealdad: la liturgia de la Semana Santa remite al sacrificio incruento de Cristo, por un lado la 1° antífona del II lunes dice «Eres el más bello de los hombre, en tus labios se derrama la gracia» y la siguiente antífona dice «Lo vimos sin aspecto atrayente, sin gracia ni belleza». Justo a partir de este acontecimiento salvífico de Dios para los hombres, ellos han compuesto lo mejor que tienen de sí para el que Es-en-sí. Podemos pensar en las sinfonías de Malher, la Misa de Requiem o la Misa de Coronación de Mozart, en el Gloria de Vivaldi, en el canto Membra Iesu nostri de Buxtehude; o la Crucifixión de Velázquez, las obras pictóricas del Greco.

 

La importancia del hombre no es la relación de las semillas del Verbo, sino la relación con el Verbo de Dios mismo. El mismo Hijo de Dios se ha unido en la encarnación con todo hombre, y esto no vale para los cristianos, sino para todos los hombres de buena voluntad. Por eso se extiende a toda la actividad del hombre, hay una actividad orgánica y ontológica en Cristo y la actividad del hombre. La cuestión de que la dignidad de cada cultura se debe a que el hombre está vinculado con Cristo. Aunque hay algunas culturas que atentan la dignidad de la persona humana, no significa que no sean dignas, sino que tienen poca dignidad, esto permite un criterio de discernimiento para valorar las culturas.

 

Creo que el cristianismo ha introducido nuevos conceptos, nueva mirada a lo que debe ser la cultura y la religión, nos hace pensar, reflexionar si la religión y la cultura tienen un  Λογος, son razonables para el hombre, esto se dará si tenemos un sustento en el Ser, es decir, si el hombre vuelve a aprender el lenguaje metafísico.



[1]    Gaudium et spes n.53
[2]    Para un análisis exhaustivo sobre la naturaleza de Dios ver las siguientes obras:  Summa Theologiae q. 3-22  Maritain, J. Los grados del saber. 1° Ed. Buenos Aires, Argentina: Club de Lectores. Cap. V en específico sobre los nombres divinos y el nombre de Persona.
[3]    Lo que podemos decir de Dios lo decimos a través de la analogía, pues lo único que podemos conocer sensiblemente son los entes corpóreos, así si encontramos perfecciones en el ente corpóreo podemos decir que Dios lo tiene, un ente corpóreo es bueno, o bello, Dios también es bueno o bello, pero no es bueno o bello, sino que Él mismo es la Suma Bondad y la Suma Belleza. A la teología negativa le sigue la eminencia, afirmar lo que se ha negado de Dios pero en grado eminente.
[4]    Para una profundización en este tema hay que hacer notar los primeros intentos de los Apologetas cristianos, en específico a san Justino en sus apologías a Antonino Pío. Para ver la relación intrínseca que existe en el Ser divino hay que revisar los escritos de san Gregorio Nacianceno. También hay que revisar los escritos de la Escuela de San Víctor, en específico a Ricardo de San Víctor, cuando habla sobre la relación de la Trinidad. Y para una pequeña síntesis de estos escritos leer sobre Introducción al Cristianismo del Cardenal Joseph Ratzinger.
[5]    Para la revisión de este nombre divino primero hay que revisar los tratados del Pseudo-Dionisio De divinis nominibus, también en la Summa Theologiae en la quaestio De divini nominibus. Para el nombre divino de Persona Summa Theologiae quaestio nomen Personae, Introducción al Cristianismo, Joseph Ratzinger en el apartado El Dios de la fe y el dios de los filósofos y Los grados del saber de Jaques Maritain en el apartado de El nombre de Persona.
[6]    Para una mejor comprensión es necesario revisar lo que Dios mismo dice de sí en la Revelación del Ex. 3, 13-15. En este pasaje Dios mismo dice de sí: «Yo soy el que soy». Al decir Dios que Es abre un campo con el cual los hombres lo pueden conocer: la Metafísica.
[7]    Otto, R. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Madrid, España: Alianza. 1996 p. 6
[8]    Ibid. p. 11
[9]    Lc. 1, 49
[10]  Cfr. Jn 1, 1- 14
[11]  Ratzinger, J. Introducción al cristianismo. 2° Ed. Madrid, España: Ediciones Cristiandad. 2002. p. 37
[12]  Ibid. p. 38
[13]  Entiéndase esta palabra de representación no como una imitación, sino como lo que se hace nos lleva al mismo lugar, mismo tiempo, es decir, se hace presente de nuevo. Digamos que en el tiempo y espacio en concreto, con esa acción entramos en la eternidad.

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